Sin perjuicio de compartir plenamente su afirmación, soy de la opinión de que una gran parte de la convulsión veraniega que hemos vivido nace, precisamente, de la duda que a muchos abertzales, afiliados o no al PNV, nos asalta: ¿realmente el PNV ha entrado en un cambio de rumbo en su discurso político?
Dependiendo de cuál sea la respuesta a esta cuestión, dependerán otras muchas. Hoy, ésta es sin duda “la pregunta del millón”. Se podrá debatir luego del acierto o no de la decisión, pero antes que nada habría de aclararse si la trainera navega hacia el frente o si está, con la baliza a babor, iniciando una ciaboga.
Buscando yo mismo una respuesta a aquella pregunta, encuentro ésta de boca de la mismísima Josune Ariztondo (Compromiso real con el futuro de la nación) cuando, a la vez que establece como condición de inteligente “la capacidad de ir construyéndose y desarrollándose en base a sí mismos en cada circunstancia vital” (???), sibilinamente pone sobre la mesa el concepto de adaptación:
“Las organizaciones en general, (…), las más eficaces, las que permanecen, lo hacen por su capacidad de fundirse, de identificarse con el entorno en el que viven, porque lo comprenden y hacen suyas las claves vitales de la sociedad. Es decir, porque saben adaptarse”.
Desde el punto de vista teórico, ahí tenemos el quid de la cuestión, la adaptación. En otro foro me expresaba diciendo que, a mi juicio, el uso que, desde la ejecutiva del partido nacionalista, se hace del concepto de adaptación, será el hilo que nos conduzca al ovillo de lo que está sucediendo, porque personalmente soy de los que opina que sí, que está sucediendo algo.
Ya que todo el artículo, de 13 de agosto, trata de ser una glosa del discurso de Josu Jon Imaz trece días antes, en Sabin Etxea, a él -al artículo- recurrimos como interpretación auténtica del sentido último de sus palabras y, en ese sentido, cabe concluir que, en efecto, hemos entrado -como organización de personas inteligentes que somos- en un proceso de adaptación del mensaje.
Ahora bien, la adaptación, ¿supone renuncia a algo? ¿o es una estrategia para engañar, como el camaleón, a alguien? Ni una ni otra hipótesis me atraen lo más mínimo: ni admito renunciar a lo que soy, ni trato de engañar a nadie mostrándome formando parte de un proyecto maquillado.
Caigo en el tópico de recurrir al DRAE y lo que me encuentro me gusta todavía menos: aplicado a cosas, por adaptar se entiende “hacer que un objeto o mecanismo desempeñe funciones distintas de aquellas para las que fue construido”. Dicho de personas deberá entenderse como “acomodarse, avenirse a diversas circunstancias, condiciones, etc.”. Y, curiosamente, el diccionario aporta un tercer sentido, todavía más inquietante: “modificar una obra científica, literaria, musical, etc., para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original”. Casi nada…
Pasado el susto, concluyo: en la medida que detrás de “el mensaje de San Ignacio” subyace un propósito de adaptación en los términos expuestos por la Secretaria del EBB en su artículo que, a su vez y como consecuencia, comporte modificación del proyecto político anterior (recuerden aquello de “…darle una forma diferente de la original…”), a nadie puede parecer descabellado reivindicar una exposición detenida y diáfana de los porqués y los paraqués, o lo que es lo mismo de los logros que, a corto, medio y largo plazo se esperan obtener de dicha adaptación.