Harto de vivir en primera fila del llamado Ensanche y no poder dormir ni jueves, ni viernes, ni sábados, ni vísperas de fiesta ni fiestas, porque decenas de niñatos borrachos energúmenos invaden la calle y están hasta las siete de la mañana a grito pelado sin que nadie les controle o, sencillamente, les conmine a atemperar su actitud.
Harto de que jovenzuelos y no tan imberbes circulen como motos en bicicleta por las peatonales y aceras de la ciudad sin que, tampoco a éstos, nadie les reconvenga.
Hartos de que una vez y otra oigamos la cantinela de que Vitoria es una ciudad propicia para los bicicleteros y viandantes, y de que ni los unos ni los otros estén conformes con lo que les toca, porque, entre otras historias, esa de los 45 kilómetros de bidegorris es una milonga para venderla en los periódicos, pero que, en realidad, no se corresponde con la verdad, sobre todo en el núcleo urbano.
Harto de que vehículos de gran cilindrada con las ventanas abiertas y música a todo volumen inunden la calle día y noche.
Harto de tantas cosas que cualquier cambio en la gestión será, a mi entender, bien recibido por la ciudadanía que, curioso es, hecha mucho de menos a aquél otro alcalde de nombre Cuerda. Ahora es Mikel Martínez y su parido, el PNV, quienes censuran al alcalde del PP.
Como se dice ahora, soy un ciudadano por el cambio. Le deseo lo mejor a Alonso, porque no me cae mal. Es joven y seguro que su partido le busca un buen encaje. Como alcalde no ha sido capaz de nadar y guardar la ropa. Su pacto anti-nacionalista con el PSOE es de otra época, huele a rancio y no se sostiene. El propio PSE está obligado a soltar amarras, aunque la jugada de las censuras le ha pillado a contrapié.
Es el turno de Mikel Martínez. Vitoria y sus gentes agradecerán el cambio. ¡Que así sea!