Eso que dice Francisco Javier López (“hemos abandonado la política del todo o la nada”) es lo más parecido el régimen de sometimiento impuesto a los los perdedores por el fascio vencedor en la contienda del 36: vencidos y apaleados. Confiscaron sus bienes, y sólo después de 40 años, con un advenimiento a la democracia preparada a su medida, restituyeron parte de lo incautado, esperando por tan magnánimo proceder el agradecimiento de las víctimas. Treinta años después de la aprobación del Estatuto de Gernika, con todos los avatares habidos, el delegado español en las provincias rebeldes del norte espera que la población vasca aplauda el generoso gesto de la metrópoli que supone el compromiso básico de la transferencia de políticas activas (y no pasivas) de empleo. Ahora utilizarán las transferencias pendientes gota a gota, para estrujarlas mediáticamente hasta el tuétano. No caigamos en la trampa.
Ayer le escuchaba a Iñaki Anasagasti en Loiola Irratia, a propósito de la inminente resolución del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán, que una sentencia en su contra –o restrictiva- sería un pésimo precedente para Cataluña, y también para nosotros, ya que había sido bendecida por los dos parlamentos, el catalán y el español, y ratificado en referéndum en Cataluña, aunque con escaso margen de votos.
Se le olvidaba a Anasagasti hacer referencia, por la enorme importancia que tiene para los abertzales, que ese Estatuto –con otra redacción- fue aprobado previamente por una mayoría absoluta abrumadora en el Parlamento catalán. Fue cepillado. Una muestra más del sometimiento de los poderes periféricos a la soberanía metropolitana.
Dar por buena la situación generada en instancias ulteriores a la voluntad de la ciudadanía, tanto en el caso que hoy nos ocupa por mor de la puesta en escena del encuentro entre la metrópoli y los territorios bajo su yugo, entre España y la CAV, es olvidarnos del más reciente pasado. Un pasado marcado por una clara violentación de la soberanía de los territorios vascos, expresada por la no aceptación, tanto del Nuevo Estatuto político como de la Ley de Consulta.
No podemos aceptar este nuevo acto de la obra teatral que nos están preparando los poderes estatales de mano de los partidos unionistas. Desconozco cómo hay que tratar el tema, pero estoy convencido de que nosotros ya hemos superado el estadio del Estatuto de Gernika. Los objetivos abertzales ya están sobradamente definidos, y no podemos ceder en ellos. Ahora se trata de contrarrestar esta charlatanería hueca unionista que, como decía al inicio del post, es lo más parecido a una restitución humillante de los bienes confiscados, o retenidos a la espera del buen comportamiento de los levantiscos.
A mi el ppsoe (incluso a nivel estatal) cada vez más me recuerdan a los déspotas ilustrados, a los del todo para el pueblo pero sin el pueblo ah y López en realidad es un gauleiter, firmará lo que le digan.
Gauleiter, sí, pero del Gobierno General de los Territorios Polacos Ocupados.
Un poco de historia:
El GG era una división administrativa totalmente alemana y de ninguna forma un gobierno títere polaco. Nunca hubo una intención de que estos territorios se convirtieran en un estado polaco dentro de la futura Europa dominada por el Tercer Reich. Hitler expresó su deseo de que la zona fuese puramente alemana en quince o veinte años y de que viviesen en ella, en lugar de doce millones de polacos, cuatro o cinco millones de alemanes.
Recordad como acabo Hans FranK.
Y eso, a pesar de haberse arrepentido de su etapa nazi y declarar en Nuremberg a favor de los polacos.
Es lo que tiene el pardillismo, que no ingenuidad.
Han pasado tres décadas desde aquello que pudo ser y no fue; Se montó una farsa para reformar el viejo régimen, con el beneplácito y consentimiento de sectores y personajes pacatos.
Hace treinta años se abrió la caja que guardaba privilegios y viejas mentiras , y se repartieron los documentos truchos de propiedad sobre los pueblos peninsulares entre los que ya estaban, y se ofrecieron a fardar de democratas y ser aplaudidos por los demás, sin mudar la lencería ideológica ni refrescarse la moral.
A ese hito del ilusionismo se le llamó transición, y todavía hay preguntarse hacia qué.
Y, hoy, quieren que el personal (la pardillería) juege al Teto.
Algunos ¿muchos? lo harán.
Lo más triste para mí es que uno tras otro, nos vienen los golpes bajos por parte de la fatxorrada, como la magnificencia de las transferencias socialistas, y mientras tanto el sector abertzale atomizándose (vease H1) y más parado que el cerebro de Pachilo.
Hace años la gente era más combativa que ahora, ahora con tener la nómina para pagar el BMW a crédito, el Salvame y el fútbol ya somos felices.