En este blog hemos defendido y debatido a menudo al respecto de la ilegitimidad de la que, de raíz, adolece el mandato de López.
Procedente de una mayoría espuria en un parlamento amputado, fruto de una alianza cuya posibilidad se encargó de negar una y otra vez en campaña, hasta ayer al menos gozaba de la relativa cobertura que le daba la legalidad cortada a la medida.
A día de hoy, y por mucho que se empecine en demostrar lo contrario la cohorte de turiferarios y multifracasados imposible de recolocar que le rodea, lo cierto es que, situación única en el occidente cristiano y democrático, López detenta el cargo presidencial no solo en minoría, sino como cabeza de la segunda lista más votada, ayuno de ningún tipo de apoyos externos y pendiente como está de unas nuevas elecciones a las que deben estar llamados TODOS los partidos políticos de la CAV.
No voy a incidir en las nulas dotes, escaso rendimiento, limitada dedicación y exigua capacidad de trabajo de las que ha hecho gala tanto este presidente como el gobierno que le rodea. Tampoco en la gravísima situación económica en que nos encontramos, momento en el que la sociedad reclama acciones efectivas y no meros anuncios 2.0. No.
Tan solo voy a subrayar que este individuo, de la mano de su hasta ayer socio, ha gobernado (es un decir) sin relación alguna con la mayoría social existente, sin programa ni posibilidades de tenerlo. Sin legitimidad.
Y, encima, con una legión de torpes.
Y que no debe continuar ni un día más.
López, si antes carecías de legitimidad, ¿cuánta tienes ahora?
Contando los días hasta que te vayas, López.