Markel Olano
Justo antes de comenzar mis dos semanas de vacaciones tuve un pequeño encontronazo dialéctico en Twitter con varios militantes de la izquierda abertzale, con motivo de su apoyo entusiasta a los asaltos a supermercados promovidos por Sánchez Gordillo.
Todos recordaremos cómo este diputado de IU quiso donar el producto de su asalto al Banco de Alimentos de Andalucía, y de cómo este rechazó dicha donación con el argumento de que no aceptaba productos robados.
Mi crítica a la actitud de la izquierda abertzale en esta cuestión incidía precisamente en que su pose de izquierdismo radical trata de esconder una falta total de implicación colectiva y personal en el apoyo a los excluidos de nuestra sociedad. Organizaciones como el Banco de Alimentos o Cáritas son despreciadas por ineficaces y paternalistas. Alguno llegaba a subrayar la necesidad de “rebelarse contra las limosnas, y luchar por nuestros derechos”.
Pocos días más tarde apareció publicado un artículo de opinión de Joseba Permach dirigido a EAJ-PNV en general, y a mí en particular. Nos acusaba, ni más ni menos, de ser los causantes de “la injusticia, la pobreza y la exclusión social”. Toma ya.
Es un debate que me interesa, y mucho además. Porque conecta con el análisis de la trayectoria de las diferentes tradiciones políticas vascas en lo referente a la justicia social y a la lucha por los excluidos.
EAJ-PNV ha liderado en las instituciones vascas de la CAPV la construcción del estado del bienestar en nuestro país. Los tres niveles institucionales, ayuntamientos, diputaciones y Gobierno, han tejido, en colaboración con un potente tejido asociativo, un sistema de protección social que, en 30 años, ha transformado radicalmente la situación. Estamos hablando de un sistema que sigue los modelos de lucha contra la exclusión social de los países más avanzados de Europa.
Empezando por el sistema de protección de las personas mayores, discapacitados y personas en situación de exclusión; siguiendo por la aprobación, bajo el liderazgo del lehendakari Ibarretxe, de la Ley de Servicios Sociales o la Ley de Garantía de Ingresos (2008). Por no hablar de la celeridad en aplicación de la Ley de Dependencia en la CAPV, muy superior a la del resto de comunidades autónomas. Lo digo con satisfacción incluso personal, porque nos tocó realizar esa tarea a lo largo de la anterior legislatura en la Diputación Foral de Gipuzkoa.
Pero probablemente lo que mejor ha hecho el sistema institucional vasco, liderado por EAJ-PNV, es apostar por el desarrollo industrial de nuestro país. Un tejido industrial que ha sido capaz de soportar una depresión económica global de proporciones gigantescas y que ha logrado mantener el empleo con un inmenso esfuerzo.
Esa es la verdadera apuesta por los excluidos de nuestra sociedad: generar las condiciones institucionales, sociales y económicas adecuadas para que el menor número posible de ciudadanos vascos caigan en la exclusión. Ese es el legado de EAJ-PNV.
Para empezar, han mirado como las vacas al tren todo el proceso de estructuración del estado del bienestar vasco. No han sido partícipes del mismo, porque desde la transición el principal objetivo de la izquierda abertzale ha sido la demolición del sistema institucional vasco.
Pero, por desgracia, el papel de la izquierda abertzale no ha sido meramente pasivo. No podemos olvidar el impacto terrible en la economía vasca que ha tenido la estrategia de ETA. Hablamos de asesinatos de empresarios, bombazos contra empresas, una extorsión implacable que ha durado décadas con el macabro nombre del impuesto revolucionario.
Las consecuencias de la estrategia de ETA en daños personales, materiales y también en pérdida de crecimiento se cuentan por miles de millones de euros. Desde esa perspectiva, ETA ha sido una auténtica máquina de generar pobreza y exclusión en Euskal Herria. Y todos sabemos cuál ha sido la actitud de la izquierda abertzale ante este drama.
Vivimos tiempos políticos esperanzadores. Toda esa estrategia (que en euskera definiríamos como etxekalte) forma parte del pasado. Sin embargo, la izquierda abertzale, a pesar de que está gobernando en instituciones muy importantes, mantiene un discurso antisistema y revolucionario que en su momento legitimó políticamente la estrategia de ataque y extorsión a las empresas vascas.
Pero, además, ese discurso revolucionario no es consecuente. A mí no me lo parece. Yo estoy convencido de que el esfuerzo por construir una sociedad más justa no es creíble sin una implicación personal. Una implicación que ha de traducirse en una dedicación de tiempo y de dinero, de nuestro propio bolsillo, a los excluidos. El propio Permach enmendaba la plana a sus correligionarios más exaltados (los cuales despotricaban contra la caridad), dando su apoyo a “los cientos de personas que trabajan o colaboran con Cáritas o el Banco de Alimentos”. No es suficiente con un apoyo “moral”. Hay que mojarse.
Ambas son necesarias: lucha por la justicia e implicación personal con los excluidos. Y no observo que la izquierda abertzale tenga una agenda a este respecto, más allá del tópico “más a la izquierda de mí, la pared” de los revolucionarios de salón.
Grande, Markel. Un estupendo post. Lo suscribo 100%.
Muy adecuado para el día de la foto de algunos en el Carlton. Ni vergüenza tenemos.
Lo siento de veras por el ojete de Permach… ouch…