Nos vimos en Berlin

“Qué vueltas da la vida, pero qué haces tú aquí, ¿es que ya no te acuerdas? Nos vimos en Berlin”.

Los que tengan la suerte de tener cierta edad y buen gusto musical, reconocerán inmediatamente las primeras estrofas de la canción de Soziedad Alkoholika, una auténtica oda ácida a la incoherencia, al cinismo y al oportunismo.

Precisamente por eso he decidido dedicar la misma al diputado de Amaiur por Nafarroa, Sabino Cuadra Lasarte, por cobarde, pancartero, incoherente y cínico.

Su Señoría, el Diputado Don Sabino Cuadra Lasarte, el mismo al que publican en Rebelión soflamas llamando a las barricadas para desmontar de una vez por todas este “modelo” explotador y putrefacto, defendiendo la pureza y la dignidad revolucionaria de las “expropiaciones” populares y la indignidad de la misma concepción de la propiedad privada, el mismo que, sabedor de que el papel –y la tribuna de oradores- lo aguanta todo, se ufana de ponerse al frente de las reclamaciones de los movimientos nacidos del 15-M, al final ha demostrado la catadura real de esos revolucionarios de salón que, al final, cuando empiezan las hostias, cuando te juegas la cárcel o simplemente cuando la situación empieza a ponerse incómoda, exhiben su condición burguesa de miembros de la intelligentsia, o, en este caso, de Diputado Español.

“A mí no me pegue, señor Agente, que soy Diputado”

Sí. Su Señoría Don Sabino Cuadra Lasarte es Diputado en el Congreso por Nafarroa y, como tal, objeto de las críticas y de la movilización de las personas que pretendieron manifestarse ante el Congreso en pasado día 25 de Septiembre, por mucho que en su mundo infantil el Diputado Don Sabino y sus compañeros de barricada onírica se imaginen asaltando permanentemente el Palacio de Invierno.

Sí. Su Señoría Don Sabino Cuadra Lasarte es Diputado en el Congreso por Nafarroa, algo que parece que ha tenido que recordárselo un policía nacional diestro en el uso de la porra reglamentaria. El Diputado don Sabino, gracias a esta terapia de choque, no ha tenido más remedio que bajarse de su pedestal engalanado de rojo, abandonar las esencias proletarias y las propias filas de los indignados y, soltando las manos de la pancarta, usarlas para buscar en su bolsillo la acreditación que le certifica como miembro del enemigo, como miembro de esa clase política tan denostada, tan corrupta y tan antiobrera y tan antisocial, apegada a sus prebendas, entre las cuales figura la seguridad de que al Diputado Don Sabino la policía no le va a reprimir.

Tantos años de manifestaciones, soflamas, discursos, poses y sesudos artículos revolucionarios y, al final, ha bastado un simple amago de porrazo para mandarlo todo al garete y hacer que el Diputado Don Sabino se sitúe, más allá de poses, en el lugar que le corresponde: frente a la manifestación, y no en su cabecera sosteniendo la pancarta.

Nos vimos en Berlin, Señoría.