Creemos en la democracia, creemos en la voluntad firmemente expresada en las urnas de mantener el compromiso de un país, plural, en lo cultural, en lo lingüístico, en lo religioso, pero unido en lo esencial. Todos los ciudadanos de ucrania son ucranianos, porque son y hacen una nación, unida en la diversidad, y con vocación de constituir un futuro mejor para su gente. Y es que, en el fondo, un estado, debe ser la expresión que garantice los derechos de ciudadanía, que garantice la supervivencia de una o varias culturas, de abajo hacia arriba, en base al principio de subsidiariedad. Porque la construcción de la nación ha de ser democrática. Y quien asume mayores cotas de autogobierno, en el mundo, no ha hecho retrocesión, voluntaria, de esos derechos, de esas competencias, de esa voluntad y anhelo colectivo de ser para decidir.
No deja de ser curioso que se repitan escenarios en diferentes partes de las fronteras de un determinado país que, no olvidemos, como todos, tienen intereses geoestratégicos. Y que, en lo que en el mundo moderno se conoce como colonias internas, tiene unas cuantas. Siberia, por ejemplo. Pero en el lado europeo, conoce ese país, que si mantiene cronificado un conflicto, de base militar, ese país no puede hacer parte efectiva, ingresando, en cualquier institución europea u occidental. Este principio de precaución es usado por ese país para generar un glacis de seguridad, algo que es intolerable en el mundo y la europa en la que estamos, en la que todo cambio ha de estar basada en la voluntad de la ciudadanía libremente expresada en las urnas. Y que Ucrania quiere ser parte de la gran familia europea, de la que nunca debió dejar de formar parte.
Nuestra realidad nacional ucraniana ni puede ni debe impedir que se reconozcan las minorías nacionales, que existen, y es bueno que así sea. Ni un sólo país está formado por una sola cultura, aunque si es de recibo que la que le es propia al país, tenga especial protección, pues es su aporte al mundo. No es de recibo el nacionalismo de suma cero. Nacionalismo de ultra derecha, por cierto, con lazos con el mundo del nazismo, con el que hasta un total de 750.000 rusos colaboraron durante la Segunda Guerra Mundial, al mando del General Vlasov. Quien carece de argumentos democráticos, sólo le queda ir a un icono de la historia, para explicar el presente en el pasado. Eso es hacer trampa. Y es inutil. Aunque un pueblo no tenga historia, tiene derecho a decidir. Afortunadamente, Ucrania, tiene una historia, historia propia, historia compartida, pero como un pueblo aparte. La propia palabra, Ucrania, significa eso: pueblo.
Siempre se nor olvidan pequeñas pero significativas cuestiones, como son que el pangermanismo y el paneslavismo adolecen de la misma enfermedad de infantilismo y prepotencia que el panhispanismo, además de ser falsas recreaciones de mentes más o menos calenturientas, que tratan de llevar a lo político hechos naturales. Si, los ucranianos son eslavos. Más por ello no deben ser rusos ni ser parte del mismo estado que los rusos. Los austriacos son alemanes de etnia y germanoparlantes, y no por ello han de renunciar a su propia estatalidad, por más que Alemania sea más grande, mas fuerte y más poderosa. O que la raiz del inglés y el alemán sea la misma no hace que ingleses y alemanes tengan que compartir estado. Supondría la misma consideración afirmar que una parte o toda Portugal han de ser España. Hay cuestiones que no tienen sentido, se planteen donde se planteen. Y, aún así, algunos siguen cayendo en las redes de los manipuladores.
Ahora que la situación bélica parece estancada se intenta hacer un llamamiento de solidaridad con el invasor, y su estado títere, como la Manchuquo de los Chinos, precísamente durante la Gran Guerra Patriótica, que llaman algunos. No podemos permitir que sociedades democráticas se hagan con esos cantos de sirena, por injusto y por ser contrario a los valores europeos, de la libertad y la igualdad. Sobre todo por parte de colectivos que quieren que el día de su expresión, el 6 de Diciembre, sea una jornada laboral, al ser el de una constitución impuesta al pueblo vasco, que sólo un 30’8% sobre el censo votó en el País Vasco y un 50’4% en el caso de Navarra, son ellos los que pretenden, por ser lo que está bien, apoyar al invasor soviético… perdón, ruso, sobre territorio soberano de Ucrania. Y pretenden erigirse en pacifistas. Como lo fueron muchos intelectuales europeos, antes de la invasión de Corea del Norte sobre el Sur en el año 1950. A veces la historia se repite, y con los mismos actores, con epicentro en el Kremlin. ¿O es que ahora van a negar la existencia de “Atomos para la paz”? Y luego, en 1986, llegó Chernobil. Cosas de la historia. Y de la paz.
Muchas veces se critica el imperialismo estadounidense, y está bien, y manifestar crítica cuando se cree justo. Lo que es exigible es una crítica, con igual intensidad, una manifestación, con igual intensidad, cuando ese imperialismo está ejercido por otra parte, por otro estado, que no sea el habitualmente estigmatizado. Cuando el imperialismo ruso actúa, es, como mínimo, igual de interesado que el norteamericano. Porque Ucrania, toda Ucrania, debe estar libre de imperialismos, debe ser libre de asumir su destino, de escribir su futuro, de hacerlo sin ingerencias externas de ningun tipo, clase o condición. Ellos han de ser quienes establezcan el respeto a las mayorías, y el respeto a las minorías, en la realidad objetiva, que las minorías nacionales no tienen derecho a decidir, y que la nación, en este caso, es Ucrania. Sentadas las bases de la realidad, con realismo, la conclusión debiera ser obvia: dejando de lado excusas, el apoyo total ha de ser a una Ucrania unida, democrática, y deplorar cualesquiera Quisling impuesto y surgido de la voluntad neocolonial de Moscú. Y cualesquiera que apoye todo lo relacionado deben ser tenidos por cooperadores necesarios. Como con el Gobierno de Lublin, en el caso de Polonia, que viene derivado de cuando los soviéticos se pararon en seco a las puertas de Varsovia para permitir a los nazis el exterminio de todo elemento liberal que quedara en la capital polaca, para así establecer su poder. Como dijo Mao, acertadamente, su poder empieza en la punta de su fusil. Esa es su única fuerza. Y Ucrania está dispuesta, por el honor de sus ciudadanos, a defenderse. Lástima que haya gente dispuesta a apoyar al victimario y no a la víctima, al terrorista y no a la víctima, al saqueador y no a la víctima. Ucrania, europea y con futuro. Larga vida a Ucrania!