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Desmitificando la reconquista (que nunca existió): geografía del euskera occidental

22 abril 2015 por hanskarlperez

iberiagazhEl texto es un extracto de la separata que desmitifica la RECONQUISTA y sitúa el carácter emergente de los nuevos Estados peninsulares en el siglo VIII, tanto cristianos como musulmanes, sin continuidad con el reino de los godos en Asturias.

La geografía del euskara occidental

De la crónica cristiana merece resaltar la toponimia recogida en su forma antigua, correspondiente al siglo IX, con anterioridad a la aparición del romance o lengua franca escrita. Los topónimos documentados son además de Asturias, Canicas (Cangas de Onis) y el monte Libana.

La última de las comarcas de la Península que resistió ante los romanos y no fue sometida más que por el general Carisio, lugarteniente de Octavio Augusto, fue ASTURIA, sin terminación pluralizadora con s. Sus habitantes quedaron divididos en Transmontanos al Norte de las montañas con una población principal: Lucus Asturum (Oviedo, OBIETO). La región meridional de los montes astures, fue denominada como la de los Augustanos con su capital en Astúrica Augusta (Astorga). El Conventus de los astures comprendía también a Lancia y Legio Séptima Gemina (León). La doble naturaleza configurada por la división administrativa en Transmontanos y Augustanos puede ser la razón para la existencia posterior de las Asturias alterando el topónimo con un sentido pluralizador.

La formación del topónimo actual de Astorga se explica por la propia existencia anterior a la conquista romana. El origen de la ciudad se oculta en la oscuridad que cubre la onomástica de un lenguaje oral de siglos que precedió al área cultural introducida por la escritura latina. Existía Astúrica con anterioridad a que el conquistador le diese su apellido de Augusta. Fue la cabecera de la región de los amacos y a tres kilómetros comienza la comarca de los maragatos. Plinio en sus escritos la calificó de ciudad magnífica a la que estaban adscritos los várdulos y los cántabros. Con los godos su nombre, Astúrica, modificó la fonética original con la pronunciación de la /u/ cerrándose en /o/ mientras la /c/ sorda se hacía /g/ sonora perdiendo la /i/ antecedente: Astúrica Augusta >Astorga.

Toda esta región pudo estar influenciada por el euskara propio de la cultura astur pirinaica y perigordina del Mesolítico, hasta la llegada de los pueblos celtas de la cultura aria. El prestigio de una comunicación en euskara o celta –anterior a la conquista romana– pudo ser la razón de una aglutinación adecuada al pensamiento propio de estos pueblos que hicieron de Astúrica Augusta>Astorga. Las gentes várdulas y cántabras, o también celtas, unos u otros, pudieron acercar la palabra a conceptos con significados extraidos de conexiones semánticas reflejo del pensamiento que se suscita. En euskara ASTO ORGA (relación aislada) responde al significado propio de «carro de burro», mientras que en celta quizá pueda encontrase otra reciprocidad.

El afluente del río Duero, conocido en el presente como río Esla, tiene su nacimiento en los Picos de Europa (Auseba o Vindius) y en la época romana se conocía como Astura Fluvius. Así lo recogió Wilhem von Humbolt para explicar su etimología a través del euskara: ASTURA, «agua de las peñas», un significado que desde una relación aislada muy antigua reconoce el sentido descriptivo que establece el pensamiento en euskara.

Estas modificaciones arbitrarias pueden dar lugar a ocultar un número de topónimos reflejo de la ocupación física del territorio donde se hablaba la lengua del pueblo astur, pirinaico y perigordino: euskara o eskuara. La toponimia es el conjunto de las designaciones locales y geográficas y su prolongación como la voz recogida en la historia de sus gentes. Cuando se cambian, o se alteran los ecos de la geografía más antigua, se pierde la huella del idioma. De esta manera, la moda estadística de toponímicos por superficie del territorio no puede demostrar la socialización de un espacio ocupado, sin duda, desde el Paleolítico.

Sin embargo, Covadonga, Canicas (Cangas de Onís), Libana (Liébana), son nombres que se han resistido a ser enterrados y siguen en los textos con su testimonio vivo y sus raíces en el euskara. Son lugares donde se ha vivido la historia de la comunidad con sus avatares y repliegues del idioma más antiguo de Europa.

Algunos historiadores reconocen el testimonio escrito por su expresión gráfica y consideran razonable la evolución moderna de todos ellos ocultando los más primitivos. Sin embargo, las leyes de la toponomástica, como ciencia que estudia los topónimos referidos al nombre de un lugar geográfico deben mantener su coherencia. De lo contrario, las categorías del conocimiento secular se perderían por la omisión de huellas anteriores, sin estimulos ni razones para conocer el origen y el significado propio. Aunque algunos defiendan que el abuso de los cambios no es la regla general de la toponimia, las invasiones de territorios en cualquier tiempo de la historia marcan los hitos de las colonizaciones.

Sin embargo, la prepotencia de los advenedizos es la prueba de su ignorancia sobrevenida donde pretenden ocultar interesadamente los estratos de la socialización del espacio en la historia; porque la etimología de los topónimos vivos descubre la relación entre el significante y el significado que la lingüística moderna pone en valor. Una denuncia al conquistador que impone con arbitrariedad su propio lexema haciendo más confusa y oscura la reivindicación del territorio por una población nativa. Cuando el sujeto histórico autóctono se ve reducido por el nuevo sujeto político se hace evidente la dificultad para defender el topómino original con el significado y origen de la palabra. El léxico de la toponimia es la visión panorámica del avance de culturas dominantes en la geografía de territorios que nunca antes han estado vacíos.

La toponomástica permite descubrir ciertas áreas semánticas de algunas raíces, la extensión de los poblamientos más antiguos y revela el sentido de un topónimo inmerso en el medio natural de su geografía. La toponomástica constituye una enramada del saber propio de la lingüística, de la geografía histórica y de la psicología social que estudia los comportamientos colectivos. Sobre todo, porque el territorio condiciona de una manera vitalista las formas de asentamiento, de organización del espacio físico, la actividad y producción, la vida en grupo, incluso manifestaciones de otras muchas formas culturales tangibles

La extensión de la antigua Euskal Herria o Eskual Herria se puede dibujar con una aproximación a la geografía que encierra su toponimia antes del repliegue de la lengua. Aunque de manera provisional, mientras no se lleve a cabo un trabajo que llegue a establecer la crítica toponomástica más definitiva, se puede partir de las etimologías recogidas como muestra. La cultura de las cuevas es un hecho que sitúa el nicho ecológico y cultural del pueblo astur, pirinaico y perigordino inmerso en el panorama toponímico del origen del euskara o eskuara. El núcleo de Covadonga y Canicas (Cangas de Onís) se halla en el meridiano que, de Norte a Sur, pasa por la cueva de Tito Bustillo, cueva del Buxu y más al interior cueva de la Peña. Todas ellas dan testimonio gráfico de sus pinturas muestra de una actividad cultural en el Paleolítico, propia de las comunidades de gentes astur-pirinaicas y perigordinas.

El pensamiento propio del euskara o eskuara se caracteriza por establecer las tareas constructivas de las palabras como su expresión de forma aglutinada, reflejo de nexos de relación aislada en su percepción original. En esta relación el complemento genitivo, de pertenencia o de naturaleza expresada, es unívoco. En la forma escrita como Covadonga, aunque se reclame los términos como propios del euskara o eskuara, el orden de construcción está alterado: Cova d’Onga es una aglutinación medieval donde se respeta un término toponímico con la preposición de sustituyendo un caso de la declinación latina. La función de genitivo en eskuara o euskara se establece con la disposición y estructura inversa: ONGA KOBA (relación aislada), ONGAKOBA (relación aglutinada).

Los términos con el significado de la palabra tienen su catalogación objetiva en los vocablos propios del euskara o eskuara. ONGO(A) puede ser una contracción de ORAINGO(A), «(lo) de ahora»: ONGO(A) es la palabra con la que en un partido igualado se juega el último tanto y tendría sentido si las gentes refugiadas en la cueva hablaban euskara; sería ONGAKOBA, «la cueva del esfuerzo definitivo», el último refugio. En la historia del lenguaje de Euskal Herria o Eskual Herria se han venido formando las conexiones de las palabras con las operaciones de la deducción lógica del pensamiento en euskara o eskuara. Así ha llegado hasta nosotros el concepto ONGO (recogido en los manuscritos de Oihenart, s. XVII) con el significado de «paz, convenio, arreglo». En este caso ONGAKOBA, antes que Cova d’Onga sería el lugar de la paz o tratado con los vascones del territorio, ¿con quién sino? ¿Con los musulmanes triunfantes?

Una variante de ONGO es UNGO y Azkue, en su Diccionario Trilingüe recoge la frase HUNGOAK EGITEA (BN), «hacer las paces, reconciliarse». UNGO y UNGONABA son dos aldeas del Valle de MENA (territorio de Bardulia) donde la segunda, aglutinada, conserva la estructura propia del euskara o eskuara con la designación de una «llanura de la paz», o «vertiente de la reconciliación». No es momento de extenderse ahora más sobre aspectos que se retomarán más adelante. Sin embargo conviene recordar lo que se ha dicho de Astúrica Augusta >Astorga, donde se marca la evolución de /u/ cerrándose en /o/.

En el topónimo Canicas, a través del latín puede entenderse una aglutinación de Cani casæ; sería una construcción surgida de la disglosia con palabras latinas y pensamiento cambiado: ‘cabaña de perros, choza de perros, barraca de perros’, reflejando la vida en el monte. Justamente por esa disglosia alterando el uso vivo del euskara o eskuara, la palabra Canicas se convierte en los textos en Cangas de un lugar conocido como Onís (Cangas de Onís). La expresión propia del euskara, sin embargo, es TXAKURZULO, literalmente «agujero de perro, guarida de perro», con el que se conocen parajes y caseríos localizados en hondonadas y barrancos.

La palabra en euskara o eskuara GANGA, «choza, cabaña», tiene su homofonía con la palabra alemana gang (de donde procede la palabra francesa gangue), ‘sustancia estéril mezclada con los minerales’. Los sonidos guturales, /G/ sonoro y /K/ sordo, mantienen su alternancia en euskara o eskuara. Los fonemas velares de pronunciación sonora GEN, GOR, GAN, «aquí, ahí, allí», propios del euskalki central, adquieren un sonido más gutural y sordo en el eskuara más oriental: KEMEN, KOR, KAN. En los haces de correlación fonológicos a través del euskara occidental más arcaico, la alternancia sorda /K/, sonora /G/, pudo quedar fosilizada; la alteración de /K/ en /G/ se produce por influencia de sonidos linguales /N/ y /L/ precedentes. De esta manera sería cómo el valor atestiguado en un texto de la palabra KANGAs adquiere su sentido de «choza, cabaña», como GANGA en el idioma de Euskal Herria o Eskual Herria.

De la palabra KANGAs cuelga una s, como se ha visto en cuanto se ha dicho de ASTURIA antes de AsturiaS. Para el caso que nos ocupa es fácil comprender la confusión en la disglosia introduciendo un pluralizador para el lugar donde había varias chozas y cabañas. Este aspecto de turbación del pensamiento y desconcierto lingüístico es verificable remontándonos al periodo del franquismo en los años cincuenta del pasado siglo. En ALGORTA, GETXO, BERANGO, todavía existen personas mayores que siendo euskaldunak se refieren a ZUBILLETAs (los puentes), IBETAs (los vados), TALAIETAs (las atalayas, los promontorios), MIMENAGAs, (lugar de mimbres), INTXORRAGAs (por INTXAURRAGA, lugar de nueces, de los nogales). En los tres primeros está implícito el elemento pluralizador en el sufijo ETA que cierra el significado con un sentido que no necesita la s de pluralidad; en los dos últimos figura AGA, como sufijo indeterminado de lugar con función de pluralidad.

Cangas de Onís situada en el fondo de un valle se encuentra al pie de los montes y en la misma confluencia de los ríos Sella (antiguo Seila Fluvi), SEILA (BN), «cancela, puerta en el campo» y Güeña (*GOENA). Respecto de Onis, el significado en euskara o eskuara de OIN, OIÑ, OINA, OIÑA, OÑA es, precisamente, «pie, el pie». En la BUREBA el pueblo de OÑA está al «pie» del monte, situado en una vega; OÑATE se sitúa en terreno llano al «pie» del monte ALOÑA por debajo de la sierra de URBIA. En BENABARRA existe la localidad ONEIX; y en la BIZKAIA profunda, en la cuenca del LEA, se encuentra el barrio de OÑIZ (al pie del monte ILLUNZAR) que ratifica de manera categórica el origen común de ambos como topónimo con su raíz en el euskara o eskuara.

Las leyes de la toponomástica reconocen las propias relaciones que permanecen constantes y están sujetas a una metodología y fijación de reglas de estudio; son normas basadas en el procedimiento comparativo de muestras, entre otras. Es todo un sistema coherente con la disposición que encierra en sí mismo los procesos para obtener resultados del análisis y agrupamiento de topónimos con afinidad; representan pautas que van desde la clasificación de los mismos a su consideración como vocablos sometidos a postulados de la fonética y a las transformaciones que estos imponen.

Según la segunda ley de Raymond Sindou los hidrónimos son más estables que los microtopónimos y nombres de población. El río Seila, documentado por los romanos, tiene su conexión directa con el euskara o eskuara. En el Diccionario Trilingüe de Azkue (París 1906), se encuentra de dos maneras: SEILA (BN), XEHELA (BN), «cancilla, puerta de los campos», cerramiento con materiales rústicos. Quizá un límite.

Una influencia aria, anterior al latín, celta en alguna de sus lenguas propias, puede ser estudiada por medio de la raíz sel-. A través del irlandés séil, seile, el significado en el presente es ‘escupir’; puede unirse con la imagen de sacar saliva de la boca en asociación con saltar hacia fuera por ser río de torrentera, pues en la etimología medieval irlandesa saltraid se establece como ‘saltar’. En irlandés moderno saltair, satail es ‘ruido de pasos (saltando)’ y saltairt, satailt significa ‘pisar’, otra manera de saltar con fuerza. Etimologías con el sentido de ‘saltar’ en galés y bretón, con la raíz sel- (más bien con vocalismo en a, sal- donde se omite la l) son: sathru (gal), ‘aplastar’ y saotra (bret), ‘ensuciar’, ‘embarrar’.

La realidad histórico-lingüística primera –desde el Paleolítico– era la de un territorio propio de las comunidades astur-pirinaica y perigordinas occidentales, donde el euskara o eskuara era la lengua de comunicación viva. Si el antiguo Seila Fluvi se corresponde con el término SEILA del euskara, eskuara, el río Güeña no necesita del asterisco (*) para emparentarlo con el idioma de Euskal Herria o Eskual Herria. Según Azkue GOE parece ser la forma primitiva de GOI, «arriba, alto»; y GOEN (NG, B, G, BN, ER) es «extremo superior», con otra acepción propia del nexo en asociación con el pensamiento emergente que suscita: «nata», la crema de la leche en los límites superiores. Una variante de GOEN en el euskalki occidental es GUEN (B), «límite, fin»; y también significa «nata».

Autores como Gregorio Salvador y Juan R. Lodares afirman que la /Ñ/, /ñ/, es una letra emblemática aportación española al alfabeto latino. Al margen de otras consideraciones, no obstante, reconocen que la nasal palatal no existía en latín. Una interrogación surge ante este dilema. Primero se sostiene la relación de subordinación dialectal del romance castellano con el latín a través del vínculo necesario de la comunicación fluida con transformación de voces, palabras y conceptos absorbidos de la lengua del conquistador. Luego las leyes de esta mutación radical del pensamiento de los pueblos prerromanos se dice que fueron incluso fonéticas, que modificaron el acento y la propia evolución de vocales y consonantes. Entonces, ¿cómo aparece el fonema nasal palatal que no existía en latín?

Una cuestión evidente sobresale de la clasificación de los fonemas del euskara o eskuara por su estructura como vocales y consonantes. En el Primer Congreso de Estudios Vascos en Septiembre de 1918, en OÑATE, Azkue desarrolló un cursillo sobre fonética analizando distintos aspectos de los sonidos de la lengua. Tras la clasificación de los fonemas por su duración, origen, sonoridad y naturaleza observó características de una sustancia fónica formada en la propia evolución del eskuara o euskara. Entre los sonidos definidos como de naturaleza compuesta están los geminados palatales /LL/ y /Ñ/. Mientras en latín no existían los fonemas palatales representados por las grafías /ll/, /ñ/, Azkue afirmaba que el fenómeno de la palatización es lo más importante de nuestra lengua.

Según Azkue, en su Diccionario Trilingüe, la Ñ, decimaquinta letra de nuestro alfabeto, representa uno de los seis sonidos diminutivos de la lengua. Muchas veces es permutación de N por influencia de la I precedente, como en BIÑA de BI+NA, «dos a cada uno». La alternancia de GOE a GOI y la posterior variación de GOEN, GUEN (B), como GUEÑA es la elección fonética realizada por la comunidad de gente euskalduna de la frontera occidental del euskara. Una rareza de calidad fonética que tiene su máxima extensión en el euskara más oriental de Erronkari donde se concentra el mayor número de palabras que se inicia con esta consonante. En el “Surco de Babel” (Arabera, 2009) se recoge el rastro de su extensión sudoccidental europea.

El origen inequívoco de esta nasal palatal Ñ y su presencia en la lengua forjada en el nicho ecológico y cultural de las comunidades astur-pirinaicas y perigordinas del Paleolítico es un hecho difícil de rebatir. Por dos consideraciones: la primera surge de la misma fuerza de los argumentos que hunden sus raíces en la historia que comenzó con la palabra en la lengua sin parentesco con ninguna otra. La segunda, porque en euskara o eskuara se dan las características fonéticas de su propio aislamiento milenario, antes de la aparición de otros pueblos en su entorno y periferia.

La primera generación de dialectos arios resultantes de su propia diáspora presenta un mayor número de afinidades entre sí con un origen etimológico común. Y también fonético. De ahí que los científicos distingan diferentes familias, aunque no se conserva ningún testimonio escrito de aquella primitiva lengua aria. Los eruditos han dado vida a hipotéticas raíces no atestiguadas en el lenguaje hablado, aunque en general las consideran de existencia segura. Son conocimientos etimológicos almacenados con su significante de origen y la comparación del sentido de la palabra identificadas con un símbolo que forma parte de un sistema de creencias; responden a la herencia de un pensamiento resolutivo que designa conceptos en asociación con una determinada cultura. El ‘cordero’, la cría de oveja, ha recogido en su imagen el simbolismo vinculado al misterio y la misma esencia de pactos a través de creencias religiosas y exotéricas. Es un ejemplo de la tradición ganadera difundida como doctrinas filosóficas y religiosas enseñadas públicamente.

Uno de estos étimos arios, o indoeropeos, que comparten el significado común de ‘cordero’ se reconoce en agwh–no–, raíz bisilábica. Una vez introducido el símbolo las interrogaciones sobre el origen de la eñe nasal palatal se quedan sin respuestas. En bable anoyu no tiene /ñ/, como tampoco lo tienen los idiomas celtas de la misma raíz aria, o indoeruropea, tampoco el griego ni el latín. El griego άμνός (ámnos) se corresponde con el latín agnus, ’cordero’, siendo ambas palabras bisílabas (άμ–νός, ag-nus); en las lenguas celtas se escuchan como diptongos monosilábicos: üan en irlandés antiguo; oen, en galés; oin, en córnico antiguo; y oan en bretón.

Del latín agnus,’cordero’, se deriva agnuculus su diminutivo, transformado en añojo, ‘becerro, cordero de un año’, en romance castellano; mientras, anoyu, ‘novillo o cordero de un año’ en bable, se acomoda al celta. Tanto –ac(o), como –aj(o), son sufijos diminutivos del romance castellano, propios de ‘libraco’, ‘pequeñajo’, añojo, ‘rastrojo’, ‘migaja’, y modifican lo que la palabra expresa en un sentido determinado no siendo propios del latín. En realidad los sufijos del romance castellano están tomados del romance nabarro, que a su vez los ha tomado del euskara. Por no entrar ahora en mayor abundamiento, los sufijos SKA, XKA y SKO, XKO, propios de todo euskalki o eskualki, son de uso muy variado como diminutivos: BURUSKA, BURUXKA (NG, BN, L), «espiguita»; BELLOSKA, BELLOXKA, (ER), «calentito, medio borracho»; BEROSKO, BEROXKO, (L, Z), «calentito»; ARRAINSKO, ARRAIXKO, (ER, Z), «pececillo».

La situación del euskara, dominante en un primer momento ante las migraciones celtas, mantuvo vivo el toponímico de Libana propio de la lengua con su diferencia respecto al término medieval (Liébana). Un topónimo que ha quedado pendiente de explicar, testigo en el texto escrito del territorio occidental de Euskal Herria antes del repliegue del idioma propio frente a la disglosia.

Para verificar la integración del término LIBANA en el ámbito más occidental de la anterior extensión del pensamiento colectivo de las gentes de Euskal Herria la prueba está en la conexión etimológica. No obstante, aunque no se presenta fácil, la frontera de la lengua se puede situar en el recurso a la equiparación con topónimos de listas paralelas; una búsqueda de homónimos plenamente identificados con la toponimia del país de los vascos.

El topónimo está relacionado con su distribución actual en nuestro territorio con nombres de lugar inconfundibles: barrio de LIBANO en ARRIETA (B); LIBANO-OSTEINKOA, heredad de LEIOA (B); LIBAO, monte de IGORRE (B); LIBAO, heredad de ONDATEGI (ZIGOITIA, Araba); LIBARONA, caserío de GATIKA (B); LIBERO, barrio de GATIKA (B); LIBEROMENDI, monte de GATIKA (B); LIBARREN, término de GALIPENTZU (N); LUABARREN, monte de HUARTE-ARAKIL (N); LUBARRI, heredad de ANGIOZAR (G) y de otros prados localizados en Araba, Bizkaia, Nabarra y también en Guipúzcoa.

Si se ha producido alteración de /U/>/I/ a lo largo de generaciones trabajando en el campo, tendríamos la congruencia de una conexión lógica con un vocabulario agrícola en euskara o eskuara. Azkue establece que la raíz LU– es reducción de LUR; y Jesús Mª. Sasia, OSB, analiza 70 voces vivas del euskara o eskuara de las que establece su distribución por los territorios de Euskal Herria o Eskual Herria. De la nómina estudiada, 30 son de Bizkaia, 17 de Guipúzcoa, 8 de Laburdi, 7 de Zuberoa, 4 de Nabarra y 4 de Benabarra.

Conocí el trabajo del P. Sasia recogido en su libro “Toponimia euskerika en las Encartaciones de Vizcaya” (Bilbao, 1966), cuando acudió a donde Lander Gallastegi para que le diseñara la portada. Con el testimonio de sus conclusiones su metodología es rigurosa y la puesta al día de la toponimia reunida constituye una fuente de conocimiento de la extensión negada al euskara o eskuara por Occidente. En su documentado trabajo se llega a comprender las vicisitudes del repliegue del euskara, con voces que han llegando a anegar los topónimos del idioma propio con hermetismos romanzados, simples palabras de un léxico oscuro. Del discurso del sabio aprendí su razonamiento metodológico.

Para determinar una hipótesis razonable del significado geográfico de LIBANA, como topónimo propio del euskara, antes es necesario establecer desde la comparación el cambio vocálico: una variación de LU– a LI-, desde una articulación fonética posterior mínima a una articulación anterior breve. Si se propone como posible forma anterior el término LUABARREN antes que LIBARREN, se observa además de la variación vocálica una contracción y caída de A: LUABARREN => LUBARREN => LIBARREN. Una relación aislada antes de aglutinación establecería LURRA BARREN, «extremo bajo de la tierra, extremo inferior de la tierra», con seguridad una localización precisa en el campo de trabajo. La ecuación de la evolución diacrónica se presenta desde la sincronía original de su significado como LURRA BARREN > LURRABARREN > LURRABARREN > LUABARREN > LUABARREN > LUBARREN > LIBARREN, con el mismo significante.

En la roturación de tierras de labor existen los conceptos de LUBARRI (B), LUBERRI (G), «noval, tierra que se cultiva por primera vez», con la acción del fuego despejando el terreno; LUBARRIEN (B), «tributo que se pagaba por los terrenos roturados»; LUBAN (B), «vallado de tierra»; LUBAGAN (B), LUBEGAN (B), LUBAKI (B, G), LUBEKI (G), «trinchera rodeada de zanja»; todas ellas son acepciones donde prevalece el nexo LU– reducción de LUR, «tierra». Además en el euskalki occidental existe la palabra LUEBAN (B), «trinchera», con diptongo UE que se pronuncia de una sola vez. La heredad de LEIOA conocida como LIBANO-OSTEINKOA refuerza todo lo expuesto desde su significado como «(prado) de la parte trasera del vallado de tierra».

Del monte Libana a su actual escritura como Liébana no se modifica el significante como queda claro. El pensamiento vivo de las comunidades astur-pirinaicas y perigordinas del Paleolítico mantuvo activa la evolución del idioma de Euskal Herria o Eskual Herria conforme al carácter diacrítico. Una diptongación propia del euskara o eskuara, con la alteración en el timbre de una vocal, hace que se desdoble en dos por traslación del acento: del Libana más antiguo a Liébana de una época medieval más moderna con gentes que seguían expresándose en la lingua navarrorum occidental. Una evolución que se mantiene con absoluto paralelismo, sin la correspondencia de significado, en el topónimo de Liédena, de la merindad de Zankosa, en la lingua navarrorum oriental: la documentación antigua recoge Ledena (años 918, 1104); Liedena (1055, 1115, 1268, 1280, 1366).

M. Vigil-A. Barbero reconocen que durante toda la época visigoda es manifiesta la independencia de los pueblos del Norte de la Península. De sus análisis destacan que tanto vascones como cántabros y astures mantuvieron sus fronteras o limes infranqueables frente al poder político del reino de Toledo y del poder merovingio. Esta independencia y las luchas que fueron necesarias para conservarla han sido detenidamente estudiadas en su trabajo “Sobre los orígenes sociales de la Reconquista: cántabros y vascones desde fines del Imperio Romano hasta la invasión muslmana”. (El libro con el título “Sobre los orígenes sociales de la Reconquista” fue publicado por Ariel. Barcelona, 1974). Según los autores citados: Una consideración detallada de la línea fronteriza fortificada visigoda sirve para precisar los límites geográficos del territorio independiente situado al norte de la misma.

Por otro lado, en un territorio peninsular donde el avance musulmán fue casi total, las distintas comunidades prerromanas, galorromanas y germano-romanas, cada cual a su nivel, mantendrían sus diferencias y sus esperanzas. El momento del desastre visigodo ante los musulmanes ofrecería la oportunidad a todas las gentes que habían defendido su libertad frente al reyno de Toledo.

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