En estas fechas preelectorales, la mayoría de actores políticos andan enfrascados en lanzar soflamas y promesas vacías, que demuestran el escaso peso intelectual de sus autores. La calidad de los discursos se aleja cada día más de la brillantez de la oratoria de ilustres políticos como Azaña, y se asemeja cada día al patio barriobajero de las noches de La Sexta TV o Telecinco.
Más allá de formalismos y calidad en la oratoria, el principal problema es que se desconoce el verdadero problema de la economía española, pero también europea. El crecimiento que viene lejos de vertebrar hace cada vez más desigual la distribución de la renta y provoca el abandono paulatino de una buena parte de la sociedad a su suerte. La escasa preparación de una gran parte de la población olvidada y abandonada, el persistente auge de las actividades de bajo valor añadido y el definitivo desprecio por la actividad industrial dibujan un panorama desolador que alumbra un país roto en buena parte del territorio, mientras otra parte cabalga cual locomotora hacia el pleno empleo y desarrollo. Este territorio es Euskadi que empieza ya a ser tratado en la UE como un ejemplo a seguir a la hora de implantar políticas públicas.
En el mapa terrible de la crisis, Euskadi destaca por su modelo económico
Euskadi tejió en el pasado una red que les ha permitido sobrevivir mejor que nadie en esta crisis, y es la industrialización. Es cierto, y eso hay que tenerlo en cuenta que tienen un sistema fiscal, el cupo, que les permite tener una mejor financiación que el resto de ciudadanos, pero aún así el modelo presenta rasgos diferenciadores que le hacen ser el modelo a seguir en España.
Con la publicación por parte del CSIC del “Atlas de la Crisis” (Instituto de Economía Geografía y Demografía) se puede ver con nitidez qué elementos intrínsecos han acrecentado los efectos de la crisis en los diferentes territorios en España. La búsqueda de dinero fácil en la burbuja inmobiliaria, el abandono consciente de la industria en buena parte del territorio y la triste realidad de la formación en algunas zonas de España, configuran un panorama desolador, que no revertirá aún cuando se recupere el crecimiento perdido.
La burbuja inmobiliaria y los servicios de bajo valor añadido han sido la tumba de muchas zonas de España
Los efectos son conocidos, empleo precario, exceso de oferta de vivienda, uso intensivo de recursos naturales, urbanismo difuso e infraestructuras en muchos casos infrautilizadas. La costa mediterránea es la que presenta peores indicadores, según los autores del estudio. Este modelo de subdesarrollo, además, tiene mucho que ver con los niveles de corrupción pública y privada, como se puede comprobar según tenemos situado hoy el mapa de la corrupción. Andalucía, Madrid, Levante y en menor grado Galicia, son los territorios donde se concentra el magma de corruptelas ligadas en su mayoría al fenómeno de la construcción y las plusvalías del suelo.
Frente a este fenómeno, ha surgido en silencio otro modelo que definitivamente ha salido de la crisis mucho antes que el resto y cuyos indicadores son envidiables. El primer elemento que caracteriza a Euskadi es que el sector inmobiliario no ha tenido la preponderancia que en el resto del Estado. Un ejemplo paradigmático es que en plena burbuja, en la ciudad de San Sebastián el 70% de las viviendas iniciadas eran públicas, lo que mantuvo el precio muy controlado. Las políticas de suelo público, derecho de superficie y la colaboración público- privado, gracias a los responsables políticos de IU en ese territorio, permitieron una ordenación del territorio sano, con excepciones, y menos beligerantes contra el medio ambiente.
Euskadi no apostó por el ladrillo y sí por investigación e industria
El segundo gran hecho diferenciador es el peso de la industria, el 24% del PIB, frente al 17% en el resto. Pero donde se deja notar la ventaja competitiva es en el peso de la I+D pública, cuyas cifras (1,99%) son homologables con el resto de la UE y superan claramente a la media española. La apuesta por la investigación y la transferencia de tecnología son pioneras y marcan la frontera política respecto a la torpeza y dejadez de la política nacional en este campo. El mérito adicional es que estas prácticas se llevan cabo mediante empresas pequeñas, pero que son capaces de cooperar y superar los egos estúpidos de otras que son incapaces de hacerlo para poder sobrevivir en un mundo globalizado. Así, las empresas vascas siguen marcando cifras récord de exportación, frente a la volatilidad y debilidad que muestran las cifras agregadas.
Aunque el desempleo ha crecido con la crisis, la media se ha situado en el umbral del 15%, pero hay zonas con desempleo cercano a cero, como algunas localidades del Goierri guipuzcoano. A esto también contribuye la economía social, el cooperativismo que a pesar de los envites ideológicos, sigue mostrando que es un gran estabilizador en tiempos de crisis. Los ejemplos de Mondragon o el Grupo NER muestran que tras el ajuste de empleo, prácticamente se ha podido recolocar a un gran número de personas.
La economía social ha permitido paliar el problema del desempleo mejor que en el resto
Con todo ello, Euskadi es un ejemplo de política industrial en la UE, gracias sin duda al peso de la formación profesional dual que trata de superar el método ancestral de las asignaturas, para orientarlo hacia el de los proyectos, algo muy similar a lo que están haciendo en Finlandia.
En resumen, como todo está inventado, la razón nos dice que deberíamos orientarnos hacia el modelo implantado en Euskadi. Poca especulación del suelo, política industrial y formativa de calidad, servicios y turismo especializado, cuidado del medio ambiente y red social y política de apoyo a las empresas y científicos. Y todo ello, es cierto, con un sistema de financiación muy beneficioso y una perfecta armonía entre sector público y privado.