Cuando se habla de España y sus problemas se habla de problema vasco o catalán. O problema canario, gallego o valenciano. Y no, el problema es de España, con este, ese u otro caso. El problema no es del administrado, sino del administrador. Y en como se administra. Y en, más que administrar, gobernar, que sería lo justo y necesario. Asumir la realidad, una realidad democrática, asumir la constitución y las leyes, en global, no sólo lo que gusta. Porque, y es verdad, si partimos del hecho de que las fuentes de la Constitución española de 1978 son la italiana, alemana y francesa, de postguerra, que surgen de un antifascismo reconstructor que en España no se dió, se dan normas escritas sin raíces en la historia general de España. Castillos en el aire.
Asumir que el estado español es un estado compuesto para algunos puede suponer frenar el paso iniciado formalmente en 1812 con la antiforal y antiespañola constitución de Cádiz de 1812 (la más afrancesada en lucha con el francés), pero es un “mal” necesario. La democracia empieza en la base, no arriba; se culmina en el pináculo, pero el camino se hace andando, de lo pequeño a lo grande. Existen territorios diversos dentro de España. Nacionalidades y regiones, lo llama la constitución española. Quien deba ser una cosa u otra no puede ser asunto de imposición, sino de autoidentificación. Al menos, hasta ahora, hay 4 nacionalidades: Euzkadi, Catalunya, Galiza y Andalucía. Y esto es así por el referéndum de Almería el 28 de febrero de 1980, con unas técnicas de resolución absolutamente alegales, y que deberían haber sido objeto de mucha polémica, que en el tiempo ha sido silenciada, y fue la espita del café para todos. Un error español. E inconstitucional. A quien le interese, claro.
Al estado le falta lo esencial. Saberse compuesto. Saberse plurinacional, pluricultural, plurilinguistico. Saberse diverso, y que el estado, las instituciones, los ministerios y la administración del estado no puede funcionar como si el estado fuera centralista y unitario. Que es lo que sucede en muchos ámbitos. Fue Manuel Fraga el que afirmó que apostaba por una administración única autonómica, y no era precísamente el ex ministro franquista, autor de la censora ley de prensa de los años 60 del siglo XX un peligroso separatista gallego. Asunto a reconocer y a interiorizar, porque si se quiere empatía, se ha de empezar por ser bilateral, por comprender que el asunto va de ni yo sobre ti, ni tu sobre mi, no impedir, no imponer. Este es el espíritu foral, que debe regir las relaciones, por lo menos, para con Euzkadi. Y el que quiera, que asuma el modelo. Es lo más democrático.
En el marco del estado español el árbitro no puede ser parte, los conflictos se van a suceder, pero, hay que respetar al otro, respetar lo acordado, no tratar de revisarlo una vez acordado mediante triquiñuelas, trampitas y propuestas de tapadillo que los medios de comunicación no recogerán, y que las tertulias tampoco tendrán en cuenta en debates superficiales, epidérmicos, sobre asuntos generalistas. Y es que, seamos sinceros, normalmente se suele usar información en bruto, descontextualizada, para abrumar al lector o al espectador, que no se sitúe, y recurra a esquemas ya preconcebidos o debidos a la sedimentación de “información” fragmentaria desde hace décadas. Desde el debate histórico entre Mario Fernández y Martín Villa sobre la LOAPA en 1981 no ha habido nada igual en la radio televisión española. Y estos no son los tiempos de “la clave”. Ese es el nivel del debate, muy bajo, y asume el mantra acerca de como si todo fuera lo mismo, mantra que hay que huir, el de la uniformidad, uniformización.
Cuentan que a Aznar en 2002 le preguntaron en EEUU sobre cual era el principal producto de exportación español. Y dijo que coches. Poco más que se le descojonaron en su cara. A pesar de que las estadísticas estaban a su favor. Era verdad. Pero la percepción no era esa. Y le molestó al ex presidente del gobierno español. La percepción de que España era sol, toros y siesta es un estereotipo que será muy difícil de cambiar. Y ese hecho molesta a las entidades sub estatales respecto a España. Y la respuesta debiera ser la misma. Por empatía. A quien ha sufrido, debería reconocer ese sufrimiento en los demás. Y procurar no recproducir esquemas.
La base de todo es el dinero, la financiación. Las 15 comunidades de régimen común tendrán una deuda de 209.000 millones con el estado, derivado de la crisis de los últimos años, y en 2016 su gasto en Sanidad, Educación y protección social supondrá 105.000 millones de euros, pero el gobierno español no les va a ofrecer más que 88.204 millones de euros para cubrirlo. Es un reto grave, que ya se debería haber abordado. Y es que esta es base fundamental (junto con otras) del déficit estructural de muchas comunidades autónomas, que, dicho sea de paso, no quisieron asumir las competencias de Sanidad, Educación o Servicios Sociales. O la de Justicia. Y es que España está habituada (mal) al café para todos, en materia competencial, en materia de comunidades autónomas, en diputaciones y provincias … se le llama federalismo asimétrico, confederalismo, el nombre es lo de menos, el asunto es de contenidos. Asumir un federalismo de gastos, si, pero también de infresos. Respetar lo que hay, y construir a partir de ahí. De la voluntad, desde lo pequeño a lo grande.
España necesita conocerse y reconocerse. O no será. La historia justifica?No. Explica como hemos llegado al presente. Sin más. Pero la discontinuidad histórica es una oportunidad siempre presente. Y ha pasado, y puede pasar. Porque, para hablar de la historia de España, habría que hablar de que es España, de quien fue España y hoy no es, y de quien es hoy España y porque. Y de los que son España, pero no reconocidos por el gobierno de España, en favor de otros que quieren dejar de ser España, no por nada, simplemente por haber descuidado el respeto al diferente y su derecho al autogobierno. Ser para decidir. Afrontar los hechos con realismo, y con más futuro que pasado. Con imaginación y voluntad propositiva, sin miedos, energías negativas, resentimientos, líneas rojas, extorsiones, chantajes o amenazas.
Aún está por llegar un presidente del gobierno de España de la valentía de Adolfo Suarez que afronte no temas polémicos que den réditos electorales inmediatos, sino temas de fondo, como la economía productiva, hechos de estructura del estado, que permitan autofinanciar al estado. Hablar de políticas de gasto está muy bien, y es rentable electoralmente. Pero la clave para la siguiente generación es generar economía, industria. El gobierno vasco empezó con proyectos de investigación y desarrollo en 1981. En 1987 fue pionero con la primera ley integral contra la pobreza de todo el estado español. Y poco después un ministro socialista, Carlos Solchaga, co autor de la segregación del partido socialista de navarra del partido socialista de euzkadi en 1982 para poder tener mayor protagonismo que de la otra manera, afirmó que la mejor política industrial es la que no existe. Cuando es la que mejor funciona con el empleo y con la generación de riqueza, pieza fundamental para su posterior redistribución.
Cantabria como paradigma del respeto al diferente. Al celebrar el 23 de abril, la fiesta de San Jordi en Catalunya y San Jorge en Aragón, asímismo es el día comunero en Castilla. Y es ese día en el que se vuelve a reafirmar esa voluntad de que “Santander” (provincia que dejó de existir en 1981) junto con otras “vuelva” a la madre patria castellana. Es curioso que cuando se debate con gente castellanista se llega a la conclusión, acordada, de que Cantabria, la actual Cantabria, fue hasta 1833 mitad de Asturias, mitad del Señorío de Bizkaia. Y únicamente, y de manera circunstancial, fue parte de Castilla, entre 1833 y 1981. El asunto está en que confunden Castilla con España, y que Cantabria no sea Castilla con que Cantabria no sea España. Algo, que dicho sea de paso, afirmó Juan Hormaechea Cazón en aquel infausto y famoso día en el Sardinero, en el que animó la velada con referencias a “bigotín” o “charlotín” Aznar, Isabel Tocino o Manuel Fraga y con aquél “Cantabria no es España”. Seguramente quería decir que Cantabria no es Castilla. Nunca lo fue. Y nunca lo será, por más que desde algunos ámbitos mesetarios se pretenda imponer una realidad diferente de la actual, la de Cantabria región, sin Castilla ni León. Y sin Asturias y Euzkadi, claro, pero con las que ha tenido, en su historia, más relación que con Castilla. Que lo asuman los que nos recuerdan que Florida, aún hoy, ha sido más tiempo España que parte de EEUU. Mismo principio, diferente uso. Reciprocidad y empatía.
Algunos hablan de defensa de proyectos multiculturales, multiétnicos y multi-muchas cosas. Para los demás. Y por eso justifican votos en el Congreso. Pues eso, se lo apliquen a España. España es un Estado. Y es soluble. Cuando los proyectos se vuelven líquidos, el agua sale por cualquier vía, y si no las hay, acaba por encontrar esa vía. Es por ello que la convivencia no se impone, se acuerda. No se puede aprobar por decreto, sino tras negociación, con respecto. Y en el caso vasco, con restauración foral plena, con pase foral incluido. Tan democrático como la más moderna de las constituciones, que es lo que es la realidad foral. Respeto a la democracia. Y al diferente. No se dice cada cual en su casa y Dios en la de todos? Algo así, para lo territorial y estatal. Con respeto. Igualdad en principios, diferencias en el trato. Porque somos distintos. Y hasta nuestra geografía particular, humana y territorial influye en la administración y en los gastos (inversión) sociales. Es importante tenerlo en cuenta, pisar sobre el terreno. No estar pisando nubes. Recordar que ese, el de avistar nubes, era el trabajo que quería ejercer el ex presidente del gobierno Zapatero después de dejar su puesto. En una hamaca. Quien no se atrevió con la burbuja inmobiliaria, pero si con los derechos del matrimonio igualitario y el aborto.
Asumir la unidad de España puede ser un proyecto para algunos, pero, lógicamente, no puede establecerse una unidad de destino en lo universal, entiéndase como una sóla forma, una sóla versión de la verdad, incluso en lo territorial, en lo colectivo, porque eso sería poner la ley en piedra. Y la ley es mutable. Se dice que sin ley no hay democracia. Pero se olvidan que ha habido leyes sin democracia. En España y en otros sitios. Y sin cambios elementos antidemocráticos, totalitarios, seguirían presentes, en la realidad española y de otros. Mejor no citarlos, porque sería largo, simplemente que la memoria ha de ser completa, porque sino, deja de ser memoria. Memoria para comprender, para situarse en el mundo, para afrontar las razones por las que hemos llegado al presente. Pero, independientemente de eso, señalar, que el futuro no está escrito, se puede cambiar. Y ya dijo renan que el futuro pertenece a las generaciones actuales. A nosotros corresponde fijar lo que debamos ser. Que sea con juicio y buen tino. En ello nos va el todo. El hoy, y el mañana.
Si hemos de tener futuro, habrá de ser, para afrontar la preservación de las señas de identidad de un colectivo. Pues desde el artículo 10 de la Constitución Española se va a los tratados y declaraciones de derechos humanos, como el artículo 30 de la de 1948, en la que se subraya la unicidad de derechos individuales y colectivos. Ambos, unidos. Nadie nade sólo, todos nacemos en comunidad. Y esa comunidad tiene elementos, y esos elementos no sólo son los más conocidos, lengua, cultura, arte … cultureta que se diría. Un modelo económico diferenciado puede ser parte de una identidad territorial diferenciada, y eso ha de tenerse en cuenta. O un modelo jurídico-político-administrativo. Como el código civil napoleónico en luisiana, o el derecho de origen romano en el caso de escocia. Sirvan los dos simples ejemplos. Y ese respeto, en todo, ha de poder proyectarse en su preservación en el futuro. Es por eso, que el estado español es un estado que deberá responder a esos retos, individuales y colectivos.
Cantabria es región. Euzkadi es nación. Cual es la diferencia? El regionalismo suscribe la asunción de una colectividad propia diferenciada, pero reconoce un estado nación común. El nacionalismo reivindica ser nación, de un marco compuesto, dentro de una unidad del estado, una unidad de España, posible. Y es España la que deba poder ser capaz de ser un Estado, para cántabros, para vascos, para gallegos, para valencianos … para todas y todos. Ah, por cierto, es curioso que las comunidades autónomas, que deberían ser el eje de la vida política dentro del estado español no sean sujeto de elección alguna. Ni siquiera para las elecciones europeas. Aunque esa paradoja, no lo es tal si se profundiza en el debate. Algo que apenas se hace. España puede ser el marco de desarrollo a futuro de sus colectividades. Y lo será, salvo mantenimiento de la línea trazada en “El Yermo” por Cristian Campos. Una lectura recomendada. Una realidad, la pasada, a cambiar en el futuro. Saber superar errores. Porque si no se es capaz de entender al diferente, de asumir un marco asimétrico, aunque no se llame así, sin duda va a haber sorpresas. Y, al final de todo, hasta Cantabria se sentirá tan a disgusto que terminará por reclamarse ajena a España. Como en 1976.