Aprovechando que el 25 de Noviembre es el aniversario de aquél día de 1921 en que Hiro Hito se convirtió en regente del Japón conviene resaltar la sana previsión de los maestros artesanos de la política del país del lejano oriente. Ahora, su nieto, puede ser emperador en tanto que su hijo, Akihito, no se ve con fuerzas y ha pedido el relevo. Deben acometer cambios constitucionales, que ya están en marcha, para hacerlo posible. Cuando toque, tendrán los instrumentos aprobados, como debe ser.
Al Imperio Británico, o lo que queda de el, en la Commonwealth, llevan aprobando unas “mejoras” en la ley de sucesión desde 2013, que han sido presentadas en los parlamentos de todos los países donde es jefa de estado su graciosa majestad Isabel II de Inglaterra. Los posibles sucesores ya están dando su presentación oficial en diversos viajes de cortesía; los duques de Cambridge, por supuesto. Si el hijo de la reina Victoria duró poco, Carlos puede esperar lo mismo de su reinado. El asunto es que la posible abdicación o deceso de la reina vendrá cubierto de todas las previsiones posibles para que todo esté bajo control cuando el hecho sucesorio se produzca.
Y en España? Bueno, no deja de ser curioso que en un país en el que se hizo una guerra civil por el derecho de la mujer a reinar (Isabel II, en minoría de edad cuando murió su padre Fernando VII el felón) aceptara de buena gana una constitución, la de 1978, que daba prevalencia del varón sobre la mujer. Muy progresista. Obviamente recordar el hecho de la imprevisión y el andar a salto de mata fue lo que acompañó a la abdicación de Juan Carlos de Borbón y Borbón en Felipe de Borbón y Grecia. Un hecho que tuvo que taparse con apaños legales sobrevenidos. Con parches. Una técnica no muy depurada, pero que el resto de poderes del sistema no han puesto en cuestión.
Primeramente conviene decir que es curioso que el que iba a ser Rey en su último acto como Príncipe, en la entrega del premio Príncipe de Viana (sucesor a la corona de Navarra) no utilizó ninguna palabra de la lingua navarrorum (el euskera) ni hizo referencia al viejo Reino (a pesar de tener las tumbas de algunos de sus reyes a escasos metros), lo cual indica de manera significativa el alto valor que da la corona al hecho plurinacional en el estado español, y lo mucho que se ha aprendido de la historia y sus consecuencias. A aprender se fue a Canadá, curiosamente. Lástima que no aprendió la mejor de las lecciones, en Quebec.
Es interesante la política comparada, incluso en esto tan poco democrático, como es el hecho monárquico, porque pone en valor las diferencias, en especial, el tratamiento por parte de la prensa, de la transparencia, la percepción por parte del gran público … en España hay, además de imprevisión, un velo de ignorancia que oculta la realidad de las cosas. Y deviene luego la falsa popularidad de sus miembros. Igual, a pesar de los escándalos, o a consecuencia de ellos, el problema es la escasa estabilidad real, incapaz de afrontar un referéndum sobre monarquía o república. Ah, pero no se me escapen los republicanos, que también conviene decir que una república verdadera es algo mucho mayor y distinto de la mera nimiedad de la ausencia de un monarca. Un debate interesante, que en otros países se hace y con normalidad. Lamentablemente en España la más de las veces la tinta está seca y el tintero vacío.