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“El nieto nazi de Churchill” (el documental perdido tras el muro)

13 enero 2017 por hanskarlperez

birminghamposterUna Ucronía de Juan Carlos Pérez Álvarez

Amanece en los Campos Elíseos de París y es 10 de noviembre de 1990. Un año ha pasado desde la cáida del muro que dividía Europa en dos. Hace un año por estas calles de la ciudad de la Luz, antigua capital de la otrora libre Francia, empieza a recuperar su esplendor poco a poco, a la par que comienza la revelación de sus secretos más profundos. Como por ejemplo, una cinta. Una simple cinta de vídeo Beta como las que pueda tener en su casa, pero que incluye un secreto largo tiempo ocultado, que, probablemente no vaya a cambiar los libros de historia, ni vaya a ser objeto de gran debate en la Académia del Poder Popular para la Historia de la AlexanderPlatz de Berlín, pero no deja de ser interesante por el celo con el que se ha querido esconder de la luz pública y del juicio de la Historia.

Corría el año 1953 y el mundo, en especial esa isla que navegaba a la deriva de una guerra en silencio, congelada, sin combates aparentes, llamada Europa, se encontraba aparentemente dormida en el declive de su anterior poder mundial. Sir Winston Churchill, Primer Ministro Británico desde 1951 en su segundo mandato, sufre un ataque cerebral, una apoplegía, que no le impidió terminar su mandato. Entonces no se dió a conocer siquiera la dolencia, pero ahora se sabe que dicho ataque fue provocado por el conocimiento por parte del premier del contenido de esta cinta de vídeo. Una cinta cuyo contenido, más que político, era de índole personal. Privado, particular. Pero tuvo repercusiones públicas, más si cabe, cuando llegó la crisis de Suez en 1956, y el Reino Unido se vió obligado a capitular. Y tuvo que ceder su testigo a su lugarteniente, Anthony Eden.

Dicha cinta de vídeo incluía una visita de la hija mayor de Churchill a las playas de Woodbridge en Suffolk en Septiembre de 1941, mientras su augusto padre intentaba cerrar una reunión en el Atlántico con el Presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt. El asunto, menor hasta ahora, revela que en vez de haber sido una visita trufada con un ataque de las tropas de asalto alemanas, ya sin la ventaja de la sorpresa tras el desembarco, fue secuestrada unas horas por el enemigo, siendo rescatada por las fuerzas de las SAS, el servicio especial aéreo, un servicio especialmente secreto de las fuerzas especiales británicas, en parte, razón para ocultar el evento. La otra parte de la información confidencial, no revelada, supone que la hija de Churchill fue violada por un soldado alemán, de la que nacería su único hijo. El nieto de Churchill. Su primogénito. Nieto de un alemán.

Esta pequeña historia de trincheras de los combates en el entorno del Gran Lóndres no tendría mayor relevancia de no ser quien era. Porque casos así se dieron en gran número, y los invasores alemanes dejaron una generación de anglo-teutones que nacería a comienzos de la década de los 40, sobre todo, en el entorno a 1943. Aunque es bien conocida la historia por nuestros escolares, hagamos un breve repaso. Y así poder poner en su contexto esta historia. Para empezar, normalmente, se suponía, que la concepción había sido hecha por un soldado británico en el ardor de uno de esos terribles y tremendos bombardeos en sus inclementes visitas al frente. La verdad no estaba tan lejos. Era del otro bando. Seguramente el hecho de que Sarah Churchill siguiera visitando las trincheras tras el suceso que hoy conocemos en su integridad, ayudó al encubrimiento.

El caso de Sarah, en lo personal, es de relevancia emocional dado el conocido hecho de que su marido hasta 1941, se encontraba en la zona invadida y al encontrarse en una lista especial de judíos de orígen alemán o austríaco, que debían ser eliminados a la mayor prontitud, explican la voluntad y vocación personal y política de Sarah no sólo de ocultarselo a todo el mundo, incluído su padre, sino tratar de revertir como un calcetín la historia hacia un caríz más patriótico. Sería un Tommie anónimo, de los que defendían la libertad del mundo libre quien le iba a dar el día más dichoso a Sir Winston desde que fuera designado Primer Ministro.

Hasta el último de nuestros escolares conoce que en 1939 la Unión Soviética, por sorpresa, llegó a un acuerdo con el régimen Nazi de Mr. Hitler. Y que en 1940, tras un período que ingenuamente se conoció como la guerra de trola, Francia cayó derrotada en menos de 5 semanas. Sin duda ese no sería sino el comienzo del desastre que una Inglaterra derrotada moralmente, pronto se encontró con la amenaza en sus playas. Un Hitler decidido tras la repentina muerte de Herman Goering a dar la Batalla de Ingalterra, dió el mando de la Luftwaffe a Erhard Milch, quien destruyó los aviones británicos antes de que pudieran despegar, sin importar la posible búsqueda de represalia ante unos valerosos, aunque inútiles ataques británicos sobre ciudades alemanas, en un intento de desviar el foco de atención en el frente de combate. Aún así, tras la derrota de la batalla en los cielos de Inglaterra, con la invasión, no llegó la victoria nazi, sino la tenacidad británica, que superó los frentes franceses de la primera guerra mundial y el ardor guerrero francés en el combate.

19 de marzo de 1941, un día que se recordará en la infamia. Alemania puso pié en el Reino Unido. Lo que no consiguió Napoleón, y que no sucedía desde la batalla de Hastings en 1066 y la conquista normanda de Inglaterra. Desde Suffolk a Southampton, pasando por los arrabales del sur de Londres, el frente de la guerra se estabilizó muy rápido. Los refuerzos evacuados por la Operación Dinamo fueron fundamentales, así como proberbial la prepotencia de un Goering quien murió poco después, se dice, que por problemas crónicos de salud. Por un lado ayudó a Inglaterra al rescate de casi un tercio de millón de soldados, británicos, franceses y aliados, y por otro, la muerte del jefe de la Luftwaffe dió la oportunidad a un frío comandante nuevo a centrarse en la victoria de las armas alemanas, lo que permitió la invasión, en un combate muy ajustado.

Asímismo es conocido, aunque hasta ahora con unos matices distintos, el hecho de la invasión de la URSS de Alemania el 29 de junio de 1941. Si bien hasta ahora se ha contado que fue por unas gestiones del Premier Británico, para aliviar el frente doméstico, ahora se conoce que era un ataque ya previsto previamente. Las fuerzas alemanas, al verse sorprendidas, tuvieron un desastre impresionante, del que tuvieron que recuperarse a toda prisa, evacuando tropas de otros frentes de combate, dejando la vía libre a la recuperación de su independencia a Noruega, siendo Quisling asesinado tras sentencia express en un tribunal popular. Entre fines de 1942 y 1943 se produjo la decisiva batalla de Danzig, calle por calle, en la que los soldados alemanes dejaron vía libre hacia Berlín a las tropas soviéticas del Mariscal Stalin, “libertador de Europa”. Así fue titulado en la conferencia de Paz.

1944 fue el año decisivo, en Junio Alemania cae definitivamente. Hitler, que se había retirado al Berhoff, a Bercheshgaden, en los alpes austríacos, se suicida, junto a su amante, Geli Raubal (su sobrina), quien estuvo a punto de suicidarse en 1931, y que, al parecer, compartío al promiscuo líder germano con una tal Eva Braun, empleada del fotógrafo oficial de la cancillería, Herr Hoffman. Hans Kammler llega en secreto ese mismo agosto de 1944 a Londres, y de ahí, pasa a Belfast, donde proseguirá sus trabajos científicos, entonces clasificados. Es por esa época cuando desde Bletchley Park se da la luz de alarma al 10 de Downing Street acerca de que la URSS planeó atacar a Alemania desde una reunión del soviet supremo del 16 de agosto de 1939, el mismo día que se decidió pactar con el régimen nazi un acuerdo que dió las manos libres hacia la invasión de Inglaterra, la operación León Marino. Y así lograr la apariencia posterior de libertadores. Tal y como sucedió.

Así, en tanto que suicidado Hitler, en Diciembre de ese año 1944 el Reino Unido llegó a un acuerdo de paz con lo que quedaba de Alemania, fundamentalmente una franja sobre el Rihn, Francia y los países del BeNeLux. Es decir, lo que hasta hoy hemos conocido como costa anglonormanda, la República de Normandía, Bretaña y Paso de Calais. Holanda, Bélgica y Luxemburgo pudieron recuperar su independencia con el Acuerdo de Paz de mayo de 1945. Algo que, como es público y notorio, no fue ni gratuíto ni sencillo, y puso al mundo, al final de una guerra, al borde de otra, esta vez, nuclear.

Tube Alloys se desarrolló secretamente en la Islandia ocupada por Reino Unido, a petición del propio Rey de Dinamarca, desde que este país nórdico fuera invadido por Alemania, poco antes de la derrota de Francia. Con la aportación esencial de Hans Kammler se alcanzó la primera bomba atómica. Una carta de Einstein al Premier Churchill, ofreciendo la posibilidad, fue la primera espita que abrió la opción a esta arma terrorífica, que, por fortuna, sólo se probó, secretamente, una vez, por los alemanes, en la isla de Rügen, a comienzos de 1944. El Reino Unido, tras el acuero de Paz con la derrotada Alemania, vió como la Unión Soviética no aceptaba el alto el fuego y seguía su camino hacia la costa. Sólamente la amenaza pública de un ataque con el nuevo arma nuclear sobre la ciudad de Moscú y otras capitales soviéticas hizo llevar a Stalin a la mesa de negociaciones y a la postre, al Acuerdo de Paz de Mayo de 1945.

París fue dividida por la vía de los hechos, dado que los ocupantes alemanes aguantaron el cerco soviético hasta ser relevados por tropas británicas aerotransportadas. A fin de cuentas, los soviéticos pretendían fundamentalmente la cuenta del Ruhr. Aunque, muy pronto, descubrirían que no les iban a servir de nada, puesto que habían sido destruídas con tanta fruición y sistemática, que ha costado décadas recuperarlas para la producción industrial. Uno de los resultados de la doctrina de tierra quemada que algunos atribuyen al pensamiento teórico del dictador soviético, aunque haya académicos que lo pongan en duda. Un elemento controversial más, que probablemente, nunca se aclarará del todo.

Philip K. Dick, escritor estadounidense publicó en 1962 el libro “La Langosta se ha posado”, en el que describe un escenario en el que es Alemania quien ataca a la URSS el 22 de junio de 1941, con un ataque preventivo, sin haber llegado a invadir Inglaterra, dado que la Luftwaffe, en su escrito, se dedica a la represalia sobre ciudades británicas, en vez de la liquidación efectiva de la Royal Air Force y los aeródromos. Asímismo incluye unos Estados Unidos con una doctrina de combate de Alemania primero, apuesta de FDR con Churchill de mediados de 1941. Lamentablemente, en nuestra realidad, el ataque de Japón a Pearl Harbour en diciembre de 1941, y la confianza, demostrada al parecer en los datos de la época, de que los aliados soviéticos iban a derrotar en escasas fechas al enemigo alemán, hizo que Roosevelt permitiera que la comprensible sensación de rabia norteamericana se canalizara en la guerra en el Pacífico. Sólo nos queda el contrafactual para especular como hubiera sido el mundo si … Y es que Roosevelt confiaba plenamente en Stalin. Un error grave del Presidente, que no llegaría a ver, con su prematura muerte en abril de 1945, y que, probablemente, ayudara a llegar a la Conferencia de Paz y al Acuerdo, en el, al fin, temor de Stalin, a un EEUU mucho más decidido e implicado en la defensa de los intereses angloamericanos del Reino Unido.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial se levantó, muy pronto, el muro del Atlántico, del que ya advirtiera Goebbles en su última emisión de radio desde París, pocas horas antes de suicidarse. Con el discurso de Bahamas, el entonces ya ex Primer Ministro Churchill, se encargó de denunciar al mundo el terror del otrora aliado soviético. Un elemento que, según los libros de historia, puso encima de la mesa una guerra fría anglo-soviética, a la que, mucho más tarde, y con el impulso del Presidente Nixon, en 1968, se incorporarían los Estados Unidos, comenzando con la periférica, aunque decisiva, victoria angloestadounidense en Vietnam.

Ahora, volvamos al hecho micro, el del nieto nazi de Churchill. Y es que la grabación de la visita de Sarah fue grabada en vídeo para su emisión en los informativos de la BBC. Algo que no fue posible pues se produjo el ataque a las posiciones británicas. Dicho coche quedó literalmente enterrado por las bombas y por la historia hasta que un chico la desentierra en 1953. Un chico anónimo que trabajaba en unas carrocerías de reparación de vehículos, que dada la crisis que aún en los años 50 tenía el Reino Unido, se veía obligado a buscar piezas de los coches destruidos en los combates en los frentes de la guerra. Así encontró el material cinematográfico. Su jefe inmediato, que era colaborador del Mi6 en la guerra, fue el enlace con un hombre clave que descubrió el encaje de la historia, y a la postre, la dió sepultura para las siguientes décadas. Aunque con una serie de hechos, muchos de ellos, casuales y fortuítos.

El chico murió en un accidente, al subir por una escalera hacia un ático, una escalera descubierta y oxídada, en el exterior de una fachada. Ático donde, al parecer, vivía con su familia, y sin otro acceso al mismo. El enlace del colaborador del Mi6 era el ahora reconocido agente soviético Kim Philby, de los 5 de Cambridge, quien estaba en el equipo de asesores de Churchill. Tan pronto como Philby supo de la cinta, se ocupó personalmente de silenciar a su informante. Tomó un barco a París, cruzó el Check Point Edward y se dirigió en tren a Moscú, pensando que iba a ser un extraordinario presente para un Stalin que fallecería pocas fechas después, sin llegar a visionar el material. Al ser un agente especialmente ligado al dictador, fue ejecutado en las purgas posteriores a su fallecimiento, entre las que también estaba el jefe de la KGB, Beria. Así dicha cinta acabó en los archivos, ganando únicamente polvo, hasta la cáída del muro de 1989 y la desclasificación de secretos de 1990.

Dicha cinta, obviamente, estaba acompañada por una declaración jurada por un soldado desconocido que afirma ser el padre, y que, seguramente, con Philby de camino de París a Moscú, en 1953, encontraría la muerte. Paradogícamente, el propio Philby la encontraría, a la parca, en la propia capital soviética. Giros del destino, que ayudaron a ocultar la historia. Asímismo, sabemos que era un agente soviético no sólo por su espantada tan pública y notoria, sino por el hecho de que desde 1947, junto a la declaración de Bahamas, de 1947, en vez de un proyectado plan del secretario de estado, Marshall, el vicepresidente, Henry A. Wallace proporcionó una lista compensatoria de espias soviéticos sobre suelo británico. Philby era uno de ellos, y el gobierno británico esperaba encontrarle en algún momento con material sensible, algo que aún no había ocurrido cuando sucedieron los hechos.

Harry S. Thruman sucedió a Roosevelt, pero se vió obligado a elegir a Wallace como su vicepresidente, quien se convirtió en Presidente en el período 1953-1961. Al ser un destacado amigo de la Unión Soviética, el Reino Unido se vió bastante sólo en el mundo de postguerra, hasta el deshielo con el republicano Kennedy y finalmente con su vicepresidente, Nixon, a partir de 1968, tras la muerte de JFK por enfermedad de Addison. Es a partir de entonces que los Estados Unidos se incorporan a la Organización del Tratado de la Defensa Occidental. Y que contribuyó decisivamente al hecho de la derrota de lo que Ronald Reagan afirmó en 1984, el Imperio del Mal. Así ha caído y permite la lectura de nuevos horizontes para una Europa nueva, un nuevo comienzo, mirando hacia el siglo XXI.

Seguramente la historia perdida del nieto de Sir Winston Churchill, hijo de Sarah, no pasará a la Historia, con mayúsculas. Fundamentalmente porque, el potencial de chantaje que hubiera podidos ser usado en la maquiavélica forma de hacer la política exterior de Stalin se le escapó entre sus dedos con su fallecimiento el mismo año 1953 en el que se redescubrió la historia, al menos, para unos pocos. Jamás sabremos que hubiera pasado en otras circunstancias. Esa labor no es ya de periodistas, sino de avezados historiadores que quieran entrar en ese prolijo tema, aunque, de buen seguro, con tirón y atractivo. Nos podemos quedar con la felicidad de un abuelo con su nieto, durante sus primeros 12 años de vida, en la completa ignorancia de cuanto de hijo del conflicto y sus circunstancias era la pequeña criatura que sostenía entre sus brazos. Pero, a fin de cuentas, no somos todos hijos y nietos del conflicto? Aquella guerra nos marcó a todos, nuestras vidas, por muchas generaciones. En la esperanza de que no se vuelva a repetir, y los fraternales pueblos de Europa sepan distinguir bien de mal, amigo de enemigo, y hacer piña común, internamente, frente a los adversario del exterior, y de la desunión. Así fue como el Reino Unido fundó la Unión Europea en 1951, faro de libertad, igualdad y progresismo en un mundo que renace hacia un futuro mejor y más justo. Como un recién nacido. Como el nieto de Churchill al llegar a este mundo nuestro.

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