Somos herederos del histórico derecho pirenáico. Ahí está la historia para demostrarlo. Pero la historia no legitima, sino son los que hoy viven quienes deben asumir el estado actual de cosas y el futuro al que se deba conducir. El principio democrático. Aún con ello, hay algo que rezuma historia, pero que va adaptándose a los tiempos, y esto es la realidad foral que impregna el viejo Reyno, hoy comunidad foral, de Navarra. No sólo, porque no es la única comunidad foral en el estado español, pero es importante afrontar los asuntos de manera foral, es decir, desde la base, de abajo a arriba. Y con este método hay que ver de lo básico a lo más complejo, la realidad, sin apriorismos u objeciones ideológicas.
Afrontar la realidad de las cosas debe partir del presupuesto de que la sociedad navarra es mayor de edad y puede valerse por sí misma, y es capáz de llegar a conclusiones democráticas, justas y puede, debe, y sabe asumir las consecuencias de las mismas. Es importante resaltar esto, dado que, como resultas de la foralidad y del régimen de Convenio, no existe red de protección o de apoyo. O no debiera existir. Asumése pues una responsabilidad unilateral sana, de que lo que se hace, se hace en plena conciencia, y sin que venga el barco del arroz o una manada de helicópteros de la ONU como rescate de última instancia. Si se considera la democrácia, que es perceptible, para dejar participar cuanta más gente y en mayor cuantía, mejor, se debe avanzar en las fórmulas de transparencia (para mejorar la conciencia de las cosas que se hacen) y de participación (para hacer partícipes de las decisiones a cuanta más población posible).
Foralidad es la herencia recibida de un sistema tradicional en el que lo importante no eran las leyes en sí, muchas de ellas, de calado muy progresista, dicho sea de paso, sino la forma en la que se construían las leyes. Ese sistema, que sería identificado con esa palabra es el núcleo de autogobierno histórico del que se habla cuando se trata de la denominada restauración foral plena, es decir, la vuelta a un sistema de competencias parecido al existente antes de 1839, cuando, por ejemplo, las fronteras aduaneras no eran las del estado, o Navarra podía acuñar su propia moneda. Como se dijo, lo foral se adapta al tiempo, de ahí que lo foral hoy, no sea lo mismo que entonces. El asunto está en que la trayectoria histórica en el Estado Español pone en cuestión este sistema tradicional de cuando en cuando, y de ahí se derivan problemas.
A los navarros el asunto militar y de confrontaciones bélicas no les ha salido rentables. A los que perdieron las batallas y las guerras, por motivos más que obvios. Y a los que las ganaron también. No dejaron sino de ser perdedores en segundas núpcias. Una lección que debió haber llevado a una conclusión lógica, natural … si te metes en una batalla, para intentar conseguir algo apoyando a un tercero en una disputa de otro ámbito, estilo la guerra para la sucesión al trono tras el denominado hechizado, aún ganando, como aquél caso, dado que el perjudicado fueron los territorios de habla catalana, posteriormente, con las guerras carlistas en el siglo XIX se repite el esquema con funestos resultados. La lección es la siguiente: acumular fuerzas propias, y, sólo después, poder buscar apoyo y/o negociación con el exterior. Con otros agentes, sea dentro del estado, u otros. Es importante, saber valerse por uno mismo, como individuo, y también como colectivo, como comunidad.
Son retos importantes los que vienen en el horizonte. Y es que uno de los denominados restos de esa foralidad es el Convenio. Un asunto que, como todo el mundo sabe, surge en 1841 como la aportación. Lo del Convenio sería posterior. Los hermanos vascongados tuvieron un periódo de limbo neo-foral entre 1839 y 1876, tras el cual lograron el concierto en 1878. Porqué? Por la existencia de un régimen similar en Navarra. Así como, cuando José Calvo Sotelo pactó con las 3 provincias su actualización en 1925, en 1927 hubo un acuerdo calco con la renovación del Convenio. Y lo mismo se puede decir, posteriormente, con el Concierto de 1981 y el Convenio de 1990. Y mucho más. Son, básicamente, el mismo sistema. Es por ello que una barrera de incomprensión entre uno y otro sistema es algo no sólo irracional o injusto, sino incongruente con la lógica de un sistema privativo y particular que afecta a dos de las 17 comunidades del estado español.
Defender lo propio, lo foral y el convenio, como marcos de desarrollo endógenos, que son únicos en el mundo, aunque con hermanos al otro lado de la sierra de Aralar es importante desde la concepción de que debería ser asumida la mayor parte de la carga de la prueba por organizaciones políticas, sociales y sindicales con orígen y capacidad de decisión en el propio territorio, es decir, en Navarra. Hay que huír del modelo de franquicias. Si el marco de decisión es Navarra, no importa estar vinculado, por arriba, a otras organizaciones fuera de Navarra. Sobre todo si es con marcos con esquemas similares en lo estructural, territorial, y de necesidades objetivas. El problema está en el momento en el que una decisión adoptada en Navarra es vetada o atacada por la matriz de la que depende. Un marco totalmente contrario, el jacobino, de arriba a abajo, y que fue la fuente del choque entre el modelo foral y el centralista en el siglo XIX en el caso de Navarra. En lo organizativo, también, libertad para ser y decidir.
Navarra se encuentra bien entrado el siglo XXI con el reto histórico que le impidieron asumir en el quinquenio 1931-1936 y que la larga noche del franquismo se encargó de adormecer y postergar … relacionarse con el mundo. La conexión con el mundo a través de las grandes autopistas del mar y las ferroviarias. Integración con el marco europeo a través, por ejemplo, de las euroregiones, instrumento con capacidades de desarrollo. O el Tren de Alta Velocidad, que, gracias a la cercanía con uno de los dos puntos de conexión con Europa que tiene la península ibérica. Son retos, los de la conectividad, de esos en los que hay que tener bien claro con quien puedes contar, de verdad, como aliados. Y a quien, posteriormente, es al que debes convencer. Porque, en síntesis, con tu aliado, tienes las mismas o parecidas reivindicaciones, que pueden y deben asumirse en una negociación en la que las fuerzas no se diluyan, en pos de un acuerdo más provechoso y duradero.
Sin duda alguna no se puede jugar con cartas marcadas. Si se asume el reto del autogobieno, de lo foral, del convenio, es para exprimir al máximo sus capacidades. Y lo más probable, como hasta ahora, es que en ese camino, se encuentren envidias (cuanto no cosas peores) de las 15 comunidades de régimen común. Un camino ya recorrido desde 1980, con la difícil negociación de dos disposiciones adicionales en la LOFCA, o, sin ir más lejos, en el difícil encaje constitucional si los hijos de Sabino no hubieran luchado y conseguido (si bien no en la redacción original) esa disposición adicional primera, de la que cuelga lo foral (incluído el convenio) de los territorios históricos forales. Y apostar al máximo supone ser conscientes de que esos retos hay que asumirlos desde, por y para Navarra, porque, detrás, está la maximización del bienestar se sus ciudadanas y ciudadanos, en la idea de que nadie se quede atrás y pueda haber una cohesión territorial. Quien ataca al Convenio o la Aportación (incluído el TC, con presidentes con querencia a un cierto carnét político) lo hace a las capas más débiles de la sociedad navarra. Y no se puede hacer el paripé de votar una cosa en Pamplona y otra en Madrid. Es exigible coherencia. Y asumir los postulados por convicción, en cualquier lugar de la Tierra y cualesquiera sea el interlocutor del momento.
Cuando la ciudadanía de Navarra acude, libremente, a escoger sus representantes en el Parlamento Foral, lo hace en la convicción de que los elegidos van a poder cumplir con el mandato por el que son electos, es decir, llevar a cabo su programa. Y cumplirlo es una obligación. Algún partido incorpora el mandato imperativo en su vida interna. Es importante. No cumplir con el programa electoral es un fraude a la ciudadanía. Y hay que confiar en ellos. Y en que, bien explicadas la cosas, ellos serán capaces de tomar una decisión madura, meditada, y sin arrepentimiento. Es por ello que la información ha de maximizarse junto a la formación política: transparencia. Y en las instituciones, también, como no podía ser menos. Y el gobierno actual de Navarra debe y puede seguir esa senda, de compromiso con sus votantes y con la Navarra de todos, que es su objetivo consustancial.
Algunos, por contra, no confían en la ciudadanía de Navarra. Quieren reducir al mínimo la expresión democrática. Con votar una vez cada cuatro años, suficiente. Cuanta menos información real circule, mejor. Y si Navarra queda aislada de las redes transeuropeas, del tren de alta velocidad, de las autopistas del mar … como existe la conexión con Madrid, que es lo importante, les es suficiente. Miope y jacobina mirada sobre la modernidad y el siglo XXI. Son aquellos que pretenden quitar la transitoria cuarta, porque igual la ciudadanía navarra en un momento dado se vuelve loca, elige un Parlamento equivocado y elige un gobierno que negocia de tu a tu con los vascongados y luego trata de someter un acuerdo a referéndum y tienen la desfachatez de votarlo favorablemente. Mejor ahorrarse las molestias y quitarles esa capacidad a estos pobres navarros que hay que tratarlos como si fueran críos de kindergarden, es decir, de guardería.
Si se cree en la democracia, verdaderamente, hay que saber convencer, y no meter miedo en la ciudadanía. Y si creemos en las capacidades propias, no hay que pretender llamar al primo de Zumosol en tiempos de debilidad de las propias capacidades. Esa inyección exógena de esteroides nunca ha sido buena, ni siquiera para aquellos que la han solicitado. Sean los Beamonteses o los carlistas, así pues, aprendan de la lección, señores de UPN y entiendan que el futuro de Navarra, en todos los órdenes, se tiene y debe afrontar en Navarra, por los que hoy viven y pagan sus impuestos en la Comunidad Foral. Siempre que quieran jugar con las reglas de juego y con el estado de derecho actualmente establecido. Que se puede cambiar, pero desde el diálogo y el acuerdo. Como debe ser. Y que las disputas políticas, se llevan a solución por vías políticas, desde el respeto al contrario. Desde la observancia de las normas. Y desde el apego a los asuntos que se tratan. Porque, lo contrario, intentar luchar con el contrario, actualmente en el gobierno, con trazo grueso, descalificaciones y llamamientos a los cien mil hijos de San Luis sólo puede llevar a desapego de lo político y lo representativo. Y un ataque a las actuales formas. Ah, y una advertencia. Son algunos los que pretenden la supresión de lo foral y del Concierto y el Convenio. Y vienen desde Madrid, no desde Bilbao o Vitoria-Gasteiz. Igual creen que es como quien oye llover, pero si estos desaparecieran lo navarrro igual dura un minuto o dos. Así que, replantéense la realidad. Un análisis objetivo de lo que hay y existe. Un diagnóstico. Porque, como decía Ortega, no saben lo que les pasa. Y eso es lo que les pasa.
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