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Catalunya en el diván »

Catalunya, hora cero (11 de noviembre de 2017)

11 noviembre 2017 por hanskarlperez

A día de 11 de noviembre de 1918 se hizo efectivo el armisticio de la Primera Guerra Mundial en Europa. Un armisticio que no significó el final de las hostilidades y que mal gestionado llevó al Tratado de Versalles (y a otros menores), a un periodo hoy conocido como de entreguerras y a una versión corregida y aumentada de los horrores. Era esto inevitable? Por supuesto que no. Las cosas fluyen por influencia de la gente, de los seres humanos que tomamos, en la medida de nuestro ámbito, decisiones que marcan un futuro que no está escrito y que se puede cambiar. Es como un paìs desconocido, ese futuro, que toca explorar un poco cada día. Y no sólo les pasa a España y Catalunya, pero también. Son momentos históricos, aunque cabe relativizar, pues en la historia se han vivido multitud de circunstancias, y la historia está para aprender de ella, y no servir de justificación para el presente o futuro, es el principio democrático lo que debe regir el destino de los que hoy viven, y no las pasadas generaciones, que supongan un lastre de peso muerto. Es clave, incluso ante el muro de ladrillos que puede ser el 21D, un muro tras el cual sólo espera lo desconocido.

Posiblemente el momento actual se sitúa en un momento cercano a una hora cero. Casi todo el mundo sabía que si se celebraban elecciones sería como poner el contador de nuevo a cero. Volver a empezar. Y así será, seguramente. Pero, como las anteriores veces, no será exáctamente así, porque habrá secuelas de los anteriores reinicios. O no se puede hablar en ese sentido respecto a las elecciones de 2012 tras las consultas de 2009 y 2011? Como las elecciones de 2015 tras la consulta de 2014. Y ahora en 2017, poco después de una nueva consulta. Cara al exterior y a las próximas generaciones, es cierto señalar un hecho incontrovertible. Y es que en ningún momento el soberanismo que se reivindica independentista ha logrado superar ni el 50% del censo de votantes (5’4 millones) ni de los votos emitidos. Por más que se ha acercado mucho en algunas ocasiones, rozando el 49%. Una mayoría importante, pero insuficiente para una discontinuidad histórica de la envergadura que se plantea. Siempre que sea por métodos pacíficos y democráticos, como debe ser prioritario en la europa de la UE. Ah, pero no olvidemos nunca a los soberanistas no independentistas, tan ilegales los del no como los del si el 9 de noviembre de 2014 y el 1 de octubre de 2017. Derecho a decidir es para poder expresar en una urna tanto el si como el no. Que no se olvide. Es importante. La forma es tan importante como el fondo.

Seguramente sea cierto que el estado español haya sido un frontón (paradójicamente, o no tanto, han decado en decadencia algunos históricos edificios de ese uso en la misma capital del Reino) repelente de toda propuesta entre Madrid y Barcelona. Y que en una mesa en la que no hay interlocutor la llamada unilateralidad es un imperativo moral, según algún punto de vista. Pero hemos de huir de dicotomías que no son ciertas. Cierto que hubiera sido complicado, pero no hay sólo dos opciones, nunca las hay. O no siempre, por ser más justos. Si el estado se cerró a negociar ni siquiera el día que era en el calendario, desde el lado catalán se optó, con toda legitimidad, pero igualmente con consecuencias, con cortar toda relación y vinculación con Madrid. Hasta el punto de no tener interlocución alguna con los líderes de los partidos españoles, estuvieran o no en el gobierno. Así se han visto obligados a usar intermediarios sobrevenidos, que sí tenían interlocución con los líderes de los partidos del estado. Y asímismo, conviene recordar, que desde Barcelona se prefirió una vía exclusívamente catalana, sin ser concertada con otros que pudieran sentir algo de ese desapego, desde otras latitudes del estado. Y eso, también, tiene consecuencias.

Si la Política es algo, es pringarse. No vale pasar por encima, ser como un corcho que flota, y siempre quiere quedar por arriba, sobreviviendo, sin un criterio claro, o en los momentos clave de dar un paso adelante, esconderse y taparse hasta que pase la tormenta. Hay que ser consecuente con las ideas de uno. Y tener presente que en los extremos se puede vivir, pero no convivir. Y la mayoría de la ciudadanía, en general, se sitúa en términos medios, que no melífluos. Se puede ser radical en el pensamiento, pero sosegado en las formas y en los medios. El pacto social de Russeau hay que extenderlo tanto a las victorias como a las derrotas. Pues si cuando ganamos lo hacemos colectivamente, la alegría será más extensa, y cuando toque perder, la derrota, al ser compartida, parecerá menos pérdida. Siempre que se recuerde una cosa primordial. Y es que te vas a caer. Es inevitable. Lo importante no es caer, ni las veces que te caes, sino que al menos una vez más te levantes y vuelvas a intentarlo. Con esa clave, hay que hacer política, desde la convicción, desde la razón, sin usar en exceso las pasiones y la emoción, que es un arma que libera mucha energía, muy poderosa, pero de algo potencial de frustración. Es como correr una pista de F1 con un Concorde, puedes acertar y completar el circuíto, pero si no es así …

Hacia adonde se dirige Catalunya y los catalanes? Nadie lo sabe. O muy pocos, si se quiere ser más correcto. El asunto no debiera debatirse en términos jurídicos, ni debatir sentencias, ni decisiones judiciales. Pero se hace. Y se hará. Un asunto político debe seguir siéndolo. Pero está claro que si la mesa es un órgano colegiado, las decisiones que se aprueben, sea cual sea la mayoría, esa decisión es del conjunto de la mesa. Y lo mismo en el pleno, si se adopta un acuerdo, este es del conjunto de la institución. Son de esas cosas que son de perogrullo, pero que al estado no les gusta en según que circunstancias. Ver a una Presidenta del Parlament renunciar a la declaración de independencia y acatar la constitución española que se desacató resulta de una profunda tristeza humana. Así como aquellos que se puedan adoptar a esa visión. Asímismo es igual de triste observar que aquellos que dijeron que antes que el partido lo importante era Catalunya, y estaban dispuestos a sacrificarse por una mayoría plural con sus ideas, se bajen alégremente del carro y asuman otra dirección. Si, si alguien se ha inmolado en el procés (y no sólo por su causa, pero también) ha sido la antigua CIU, ahora PdeCat.

Cuando en 2015, el 27 de septiembre, se hicieron las listas de Junts Pel Sí, CDC y ERC iban a obtener mismo nivel de escaños. Si, las encuestas le eran favorables a ERC, pero no por mucho. Así pues, podía ser doloroso, por lo estético y por la cosa ideológica, pero a ERC le convenía, tanto o más que a CDC. No habría sido una victoria clara. Se dijo entonces que, aunque era un momento en el que un partido podía ser primera fuerza por primera vez en casi 80 años, era más importante el bien supremo de la búsqueda de la independencia y la república catalana. Ahora, parece que la promesa tenía menos crédito que los de otros sospechosos habituales en esto de las promesas que caducan antes que la fecha impresa en la tapa de un Yohgurt. Y esto es grave, porque en un proceso soberanista, y dentro de el, de aquellos que buscan la independencia, lo primordial debiera ser el objetivo común, y valorar las virtudes y los defectos, los riesgos y las oportunidades, y que el marco electoral en Catalunya ofrece un plus especial a la primera fuerza, sobre todo en Girona, Lleida y Tarragona. Apostar por el partido primero en el peor momento no contribuye sino a dispersar energías y fuerzas en el momento más delicado. Y poner en riesgo caer en un nuevo tripartito.

Cuando uno se embarca en un procés como el que aún está en curso (que lo está porque la gente, si, en esto es cierto, de un lado y otro, de un lado el gobierno español, el jacobino nacionalismo español y los partidos del sistema, PSOE, PP y Ciudadanos, y del otro las asociaciones ANC y Omium y aquellos que excitaron lo emocional y pasional) debe asumir cosas que pueden pasar. Lo más chocante y triste es que, cuando se proclama la república en el Parlament, justificación que lleva, supuestamente, al estado a aplicar un artículo 155 de su invención y del todo punto inconstitucional, debiera parecer que las causas y consecuencias estarían claras, que en el tablero de la partida juegan al menos dos jugadores. El de enfrente se mueve, mueve sus piezas. Tener eso en cuenta y aportar jugadas audaces. Sin duda en el procés la organización y creatividad de la parte independentista ha sido acreditada. Pero quedaba la labor institucional. Algo que, como en el cuento, quedó el rey (y toda su corte, en este caso) aparentemente desnudos. No había, aparentemente, nada previsto para defender en la calle y en donde tocara, con hechos, no con palabras, lo que tenía que ser la república. Y sin eso, se disolvió como en una taza de café un azucarillo.

Cual es el escenario actual? Uno complejo y muy complicado. Y no parece que se vaya a volver atrás, ni por los puentes que se rompieron hace tiempo, ni por la gente que se ha movilizado. Ni por las fuerzas que se han puesto en juego. Se ha abusado de la ley, saltándose la ley, para defender la ley. Y en el choque de legitimidades, en el momento que tocaba defender la legitimidad catalana, ha pinchado, y difícilmente se pueda recuperar. Aún incluso que ganaran las fuerzas independentistas. Salvo … que lo hicieran por un 60% o más de los votantes, en cualquier caso, más de la mitad del censo de votantes catalanes (5’4 millones, es decir, unos 2’7 millones de votantes a las listas que apuesten por el SÍ, complejo … aunque no imposible). Hasta ahora, si se produce el corte en el minuto y resultado, el tema no puede ser más desolador. Un nacionalismo español recentralizador activado y con el ánimo subido y bien subido, 2 millones de personas que han roto con españa mental y emocionalmente (y que han llegado, muchos de ellos, desde el cabreo y el rechazo y no desde la conciencia y poso personal de unas reflexiones sosegadas a lo largo del tiempo, es decir, independentistas, pero no necesariamente nacionalistas catalanes) y una Catalunya más endeudada (con la deúda del FLA y otros) y sin ningún beneficio tangible. Son más retrocesos que avances, si es que se ha producido alguno. Conseguir no se ha conseguido nada. Al menos, por ahora.

A donde se puede ir? Es igualmente complicado y complejo de decir. Habrá unas elecciones. Con los procesos judiciales abiertos. Con una intervención del estado que, aunque finalice tras el 21D, con la constitución del nuevo Parlament y Govern, habrá dejado sus secuelas, tanto institucionales, como en la relación entre Catalunya y España, de forma perdurable. Es complicado pensar ahora mismo en salidas de terceras vías, que, aparte de no estar, para Catalunya en el ordenamiento jurídico (en buena parte, por ellos mismos, conste, tanto de CIU como de ERC, como de aquellos como el PSUC, hoy, tal vez, En Comú Podem, hicieron imposible un Pacto fiscal, tanto en 1980 como en 1996) no parecen en el menú de oferta de un estado que prefiere hacer de la constitución las tablas de la ley gravadas en piedra. Y no por ello hay que rehuír el debate y la confrontación democrática, ni salirse por la tangente en una huída hacia adelante. Hay que tejer con los mimbres disponibles, no con los que uno gustaría tener. Puede costar mucho, pero incluso en un caso de ruptura, si esta es acordada, y con una mayoría clara, se puede tirar hacia adelante. Si no es acordada con el estado, que lo sea, al menos, con una importante mayoría interna del país. Pues no es sólo cuestión del momento, sino de las futuras generaciones. Y la posible ruptura del órden social dentro del marco territorial rompe los criterios de Montevidéo de los años 30 del siglo XX para definir lo que es o no un estado. Paz social es un bien deseable. Al máximo de las posibilidades, por lo menos.

Actualmente habría tres bloques. Uno quiere la españolidad de Catalunya. Otro quiere Catalunya dentro de España, con cambios. Y otro quiere Catalunya fuera de España. Obviamente el debate debe ir mucho más allá de esos simplismos y simplificaciones y recordar porqué se han dado esos agravios contra Catalunya y los catalanes. El tema de infraestructuras, como por ejemplo el fracaso del traspaso de cercanías por parte del estado (mercancía averiada a todas luces). El tema de la financiación es fundamental. Y pensar una cosa, y es que el estado, tal y como está concebido, ha existido así desde siempre y para siempre. Sólo cuando se convenzcan que la independencia de Catalunya, más allá de ser deseable o no, es posible, que por más pobre que un país pueda ser o lo puedan llevar a ser, puede querer ser independiente, sólo entonces podrán ir a las raíces del problema, esas causas que han alimentado la desafección y el procés, y volver a acomodar a una mayoría de gente en el proyecto común, sea federal o confederal, que se llame España. Y puede ser el objetivo resultante la independencia o no, pero la convivencia será mejor. Los problemas no están para dejarselos pudrir, ni se resuelven sólos. Y hacerlo en falso lleva a la frustración y que vuelva a renacer pasado un tiempo. Sólo se puede hacer eso, ganar tiempo. Y la historia y la política comparada dan ejemplos sobrados para expresarlo.

Hay procés, porque la solución o las soluciones no se han dado. Habrá que esperar a los resultados del 21 de Diciembre de 2017, pero la cuestión más importante con ello no será tanto los resultados en sí, sino que lo expresado en las urnas sea tenido en cuenta, sea cual sea el resultado. Y volver a tender puentes, dialogar, y si fructifica el diálogo, entonces, renovar el pacto, bilateral. Y es que lo mismo que decía la ley de transitoriedad, de forzar la bilateralidad a través de la unilateralidad, el estado debe entender que ellos, tampoco, pueden tener resultados perdurables a través de su vía de unilateralidad. A fin de cuentas, ya decía Moshé Dayan que la paz no se hace con tus amigos, sino con tus enemigos. No creo que sea para tanto, pero se entiende el concepto, y el futuro, sea el que sea, de todo el que quiera la paz y el progreso, el órden y la justicia verdadera para el estado español, deberá entender que no existe una sóla manera de ser español, y que las asimetrías son naturales y muy españolas. Enriquece. Catalunya será la piedra de toque de muchas cosas. Ya veremos en que acaba, pero, en principio, y hasta que no se demuestre lo contrario, el día de las elecciones el contador volverá a cero. A partir de ahí les tocará re-construir. O construir. De aquí a entonces, cabrá tiempo para volver a Rudyard Kipling y mirarse en el espejo de ese gran poema que es If. O los que aún quieran, en el de Cavafis, rumbo a Ítaca. Visca la Senyera i Visca Catalunya!

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