Jordi Aragonés i Juan Carlos Pérez
España ha echado el pulso y ha comprobado que Catalunya ha ido solo lo justo antes de caer en la violencia o la ruptura real; por lo tanto, no se puede saber hasta qué punto el Estado se verá presionado realmente (y no hay nada claro) para negociar. Cierto es que la situación de parálisis económica es preocupante, esto quizás podría ser el motivo de un nuevo pacto: Recuperar la vía foral para Catalunya, anulación del Tratado de Nueva Planta y revisión y adaptación de las Constituciones Catalanas como nuevo marco de entendimiento y pacto entre Catalunya y España mediante la Corona; demasiado bonito para ser real, volvamos a la realidad:
21 de Diciembre. PDeCAT se presentará con Puigdemont cambiando el nombre de su candidatura a Junts Per Catalunya. ERC se ha negado a la lista unitaria y se presentará con otros independientes igual que el PDeCAT y la CUP. Catalunya en Comú será la suma de Colauitas, Podemitas e ICV-EUiA. PP por libre y PSC con los restos de Unió Democràtica i los españolistas con tintes de ultraderecha de Societat Civil Catalana). Finalmente, y como muestra de a donde está llegando la Autonomía Catalana, los barriobajeros de C’s liderando el bloque constitucionalista. Ante esta situación ERC se sentirá bastante cómoda pues lleva años soñando con gobernar la autonomía, de ahí sus silencios durante el Procés. Sobre el papel hay unos partidos independentistas y otros que no lo son, igual que hay −o había− un proceso hacía un Estado propio. La realidad, pero, es más triste y surrealista.
Veamos. De entrada la mayor parte de estos partidos (PDeCAT, ERC, CUP) desean la independencia pero no la quieren. Es algo psicológico. Quieren presentarse como quienes desean fuertemente la independencia, y llevan años haciéndolo, pero sin aceptar aplicar las medidas reales que esto significa. El catalán, por propia naturaleza, no quiere ganar, simplemente quiere tener razón y ser el bueno. Por ese motivo, porque cree necesitar tener razón, sabe que lo mejor es ser derrotado para lograr la superioridad moral de la víctima. Nunca aceptará algo que le pueda hacer quedar como el malo de la película, preferirá ser la víctima inmaculada. Por esto nunca aceptaran los costes de la independencia. Hace poco ERC decía que estaban preparados para hacer una República pero, claro está, no en las condiciones actuales de asedio por parte del Estado, es decir, no en las condiciones que se dan en el mundo real. Ellos, los procesistas, no asumirán un coste que pueda dejarlos como los malos porque, únicamente, quieren ser «los buenos».
El procesista medio entiende la política como una lucha entre el bien y el mal. Es bastante sorprendente pero siete años de Procés han aplanado muchas mentes; hay pocos independentistas (si comprendemos la independencia como lo que realmente es) en Catalunya. Quizás en castellano no se encontrará mucho material sobre el tema, pero hay un político catalán que ha hablado largo y tendido sobre esto: Alfons López Tena. De hecho, Alfons ha sido insultado y denostado por el procesismo, incluso acusado de ser del CNI (y todas estas tonterías que dicen los fanáticos del Procés), pero él ha definido muy bien el estado mental del procesismo: No han hecho nada porque, al fin y al cabo, nunca se les ha pasado por la cabeza que crear un Estado va de tener el control sobre el territorio. En su mentalidad, crear un Estado va de tener razón. Todo va de tener razón y ser el bueno, por supuesto.
En Catalunya, hasta hace cuatro días, pensaban que con tener razón y ser el bueno (en su concepción de bueno, porque creen que hay un consenso global sobre el bien y el mal) la UE y la comunidad internacional saldrían en defensa de Catalunya. Por esto, en su concepción moral del mundo, hablaban de hacer un Estado sin ejército, ni fronteras, ni políticas de integración cultural. Esto también se explica porque durante siete años gran parte de la prensa ha actuado de propagandista de los procesistas, olvidándose de fiscalizar la tarea de partidos y gobernantes del régimen autonómico. Otros, evidentemente, entendían el Procés como una simple forma de ganar votos y algún sueldo, nada más.
Aun ahora creen que el Estado pactará alguna cosa con Catalunya. Porque se olvidan que esto era una guerra y han perdido. Desgraciadamente, en su mente ellos han ganado, porque según ellos tienen razón. Nunca han comprendido que la razón de Estado está por encima del bien y el mal o de consideraciones morales. Esta situación no se ha explicado y difícilmente se entenderá en los próximos años: La gente esta mentalmente tocada.
Ahora mismo miles de catalanes se manifiestan por los presos del Govern; la pregunta oportuna es: ¿A caso podía terminar de otro modo? Han pagado los costes de una independencia: huida de empresas, de capitales, multas, asaltos a instituciones, prisión, suspensión de la autonomía etc. Pero no han intentado ni siquiera plantearse cómo conseguir ganar. En el momento que había que ordenar la toma de control del territorio se fueron de fin de semana. El nivel es de manicomio.
Al catalán independentista (no el procesista) le preocupa una cosa ahora mismo: el ridículo que siente. Al ser catalán se refiere. Estas cosas afectan a la dignidad colectiva de los pueblos. La misma Forcadell diciendo que «fue una DUI simbólica”, los cargos públicos bajando la cabeza. El Govern de fin de semana cuando tenía que cumplir su mandato. Hay pueblos con dignidad pero Catalunya ahora mismo está a las antípodas de este valor. Quizás por eso mismo, porque todo va de psicología y de diván, el rey de Barcelona sea un argentino.