Sorprende, y no para bien, precísamente, todo el hecho de redimensionar a la dicotomía la realidad existente. Es del todo punto imprescindible conocer lo real, no hacerse trampas al solitario en la construcción de un relato sobre el que va a pivotar la actividad política presente y futura. Y esto pasa por superar el o tu o yo, el conmigo o contra mi, aspirando a incorporar la rica paleta de colores que existen y son muy reales, por más que no cupieran en los primeros receptores de televisión. Existen. Y sobre todo, se exige la valentía de decir lo que se hace, hacer lo que se dice, y, ante todo y sobre todo, no dar contenido a discursos para luego no llevarlos a la práctica. De ahí la necesidad de valorar el pragmatismo, y ser coherentes y consecuentes. Ni tu sobre mi, ni yo sobre ti, no impedir, no imponer.
Quien debe tener miedo, si la independencia efectiva está a la vuelta de la esquina, para que no se haga la junta electoral del 1 de octubre? Quien puede tener ganas de meterse con un acuerdo de tarifa eléctrica (que no sólo beneficia a vascos, sino también catalanes) si en nada ibas a tener un marco elécrico propio? Que funcionario o mosso debe tener miedo si el futuro pasa por la ausencia del estado, español, en catalunya? Como demonios se puede plantear que el mejor escenario es dejar pudrir la situación hasta que sea irresoluble? Como es eso siquiera planteable? Como demonios es aceptable, que con tanta documentación previa, y en un proceso tan largo, se derive la cosa en la pura y dura improvisación? Y, como es posible, por babor, plantear un esquema donde sea imposible dar una crítica a nada, y se tenga que asumir la realidad, y seguir al líder por serlo y por su autoritas? Transparencia y claridad, esa es la clave.
Si, los hay quienes se sienten muy cómodos en la estrategia de prolongación indefinida del procés, vitalicio. Una confrontación que sea de cartón piedra. Se dice, en algunos casos, que ahí están los presos políticos, sufrientes, y los del exterior. Bueno, como Llopis, claro. Pero eso no dice nada. Sólo que quien está enfrente, el estado, se movió. Pero, ojo, que la idea de M. Rajoy era la de dejarse pudrir los temas hasta el punto de que siendo irresolubles se resolvieran sólos. Como con la crisis económica. Y hemos de tener en cuenta que el cuanto peor mejor nunca ha funcionado. Sin hacer nada. Haciendo que la independencia venga de suyo. Que se lo digan a Gandhi, tanto en Sudáfrica, como en el Raj Británico (posteriormente India). En cualquier competencia hay dos que juegan. Si, hay que leer a Sun tzu. Y a otros. Pero en algún momento hay que tomar la iniciativa. O tomar otras inciativas.
Realmente increíble es conflundir deseos con realidades, derechos con hechos. No debiera caerse en ese tremendo error, porque no por tener derecho, se van a conseguir las cosas. Ejemplos de esto hay muchos. Y es verdaderamente complicando el hecho de tomar partido de manera efectiva, como lo demuestran nacionalidades y regiones dentro del estado español, en el marco europeo, y fuera, con ejemplos de éxito. Y de fracaso. Hay que tener en cuenta todos, absolutamente todos. Sino, es trampa. Y hay que evadir el hecho dicotómico de “O eres soberanista, y por tanto te gusta y apoyas acríticamente todo lo que (dicen que) se ha hecho o estás con el uniforme de la guardia civil y una papeleta de vox en la plaza de colón y la bandera de España en las manos”. O blanco o negro. Hay causas estructurales que han puesto en pié el procés. Y eso es lo que debe ser respondido. Deben haber propuestas. Y esto se le debe decir al gobierno de españa y los partidos españoles, pero también al gobierno de, en este caso, catalunya, y los partidos catalanes. Y llevarlo a cabo. De nada sirve hacer un discurso sobre los derechos que asisten al pueblo de catalunya, con un relato de los agravios, que sin duda existen, para luego no salir de la caja, y no tener el valor de arriesgar a hacer, desde modelos que superen el hecho dicotómico de o pegar tiros (vía revolucionaria que puso en práctica lo que Aznar llamó MLNV) o hacer declaraciones y poner en cuestión (teórica) la unidad de españa. Existe la desobediencia civil, por ejemplo. Y son vias proactivas que debieron ser consideradas. Para ejecutar una república que ni estaba ni se la esperaba. Y que todo el mundo siempre supo que era de farol. Y por eso estamos donde estamos.
Que podemos comentar de todo esto que no se haya dicho ya? Poco o nada. Se pueden hacer resúmenes, en tanto que algunos tienen muy claro el diagnóstico. O eso parece. Que está muy bien. Hay que decir alto y claro que Catalunya, las catalanas y catalanes tienen derecho. Y que las naciones no se determinan un día, sino se construyen en larga duración. Que cuando vas a un referéndum, el referéndum no es sólo el momento de la votación, y ya, como no lo es un presupuesto, sino que en un año hay tres en vigor (el anterior, que se liquida, el presente que se ejecuta y el siguiente, que se presupuesta), hay un previo, un durante y una gestión posterior de los resultados, sean los que sean. Y hay que ir preparado, sobre todo para que se cumpla, para que sea real, lo que la gente quiere. Y con la salvedad, siempre presente, que el independentismo catalán nunca, insisto, nunca, consiguió ni un sólo voto más del 50% del censo, sino un punto y medio por debajo, y eso, más allá de la visión internacional, imposibilita la convivencia en el nuevo ente. Por más que, si se hubiera llevado a efecto, hubiera contado con el decidido apoyo de muchos, que no se niega el derecho, sino el hecho, y más concretamente, la ausencia de hechos.
No, decir estas cosas no son ataques a Catalunya. Es decir la verdad cuando toca decir la verdad, y la verdad es que Catalunya nunca ha estado a punto de lograr la Independencia. Lamentablemente es un hecho. Y hay gente que quiere convertir el procés en algo vitalicio, en tanto que siempre hay nuevas pistas, siempre hay nuevos horizontes, nuevos retos, que no dejan sino de ser metas volantes jugando con la emoción de la gente, introduciendo una agonía para la soberanía plena, que sin duda alguna comparte con la escatología cristiana el hecho de convertirse en una religión procesista, en toda su extensión. Una religión que traerá consecuencias. Y estas pasarán por la necesidad endógena desde Catalunya de despegarse de dependencias exteriores. No quieren depender de Madrid (en tanto que gobierno español, en tanto que sedes de las franquicias políticas), y tampoco quieren depender de Waterloo. Y lo mismo que Otegi volvió a la política tras su inhabilitación, Artur Mas volverá tras la suya en febrero de 2020. Puigdemont es como Llopis y acabará como Chiquito, el Chiquito de la soberanía, diciendo cosas que nunca cumplirá. O como lo que hizo Polonia (el programa) comparando el Puigdemont Torra con “El show de Thruman”. Fantástico. Una Catalunya más honesta, donde un nuevo centro, con el ejemplo de EAJ-PNV enfrente, con islas tras el Tsunami, como son Marta Pascal, Units Per Avançar, Convergents, Artur Mas, Carles Campuzano, etc, puedan empezar a amarrar una suerte de archipiélago, que puedan empezar a tejer una suerte de proyecto político que con honestidad, transparencia, pueda vehiculizar un pragmatismo catalanista soberanista que haga política desde lo real con las legítimas aspiraciones del pueblo catalán sin desvincular lo real, la gestión, el día a día, del marco nacional, es decir, una construcción nacional, lenta, pero segura, poco sexy, pero efectiva, que es el modelo PNV, y que, hoy, encarnan Ortuzar y Urkullu.
El futuro de Catalunya, debe ser, está en las manos de las catalanas y catalanes. No deben mirar fuera, sino a sí mismos. Si la independencia no fue posible, lo fue en Barcelona. No en Madrid o Bilbao o Bruselas. La batalla se dirime, como siempre, en Barcelona. Y ha habido una enorme cantidad de errores. El mayor de ellos, negarlos. Y ante toda esa realidad, es ya imposible seguir adelante. Hay que parar, reflexionar, reformular, y desde el realismo, desde el pragmatismo, desde la vocación de servicio público, y desde la puridad democrática, desde la base, hacia arriba, construir (de nuevo) la nación catalana, con vocación universalista y de raices propias. Cuya estructuración es cosa de las ciudadanas y ciudadanos de Catalunya. Sin dogmatismos, sin falacias, sin falsas dicotomías, sin dar o quitar carnéts de patriotismo, y sin necesidad de poner una bandera en el balcón o un lazo en la solapa para tener claro que se sienten nación y que las injusticias hay que denunciarlas. Y que el futuro hay que hacerlo, pues no vendrá de suyo. Hay que aportar, poner ladrillos, y argamasa, para que el futuro sea sólido y perdurable, porque no es mañana, sino que la convivencia, entre diferentes, con independencia del marco del que se doten, ha de posibilitar una buena vecindad. Como dijo Gandhi a los ingleses. Si, algún día se irán, pero cuando se vayan, si es posible, que se vayan como amigos. Es un horizonte deseable, pero con hechos y acciones, o no?