España, llena de españoles y mucho españoles. M. Rajoy. Spain is different. M. Fraga. Mencionemos el caso del Presidente de la República argentina, Alberto Fernández, vacunado en público.
Por: Juan Carlos Perez
O los casos de los presidentes Clinton, Bush, Obama y Biden, con su vacuna inoculada delante de las cámaras, para dar ánimos al respetable, para que asuman su participación en este esfuerzo colectivo para alcanzar la inmunidad de grupo. Pocos tienen edad de recordad las penalidades de enfermedades cuya vacuna y/o cura era inexistente. No sólo si retrocedemos a comienzos del siglo XX, sino si vamos al a veces recordado, pero las más olvidado, inicio del siglo XIX, las epidemias eran moneda corriente en las ciudades europeas. Sólo hace falta ir a la hemeroteca. Pero esa falta de memoria lleva a que existan negacionistas. Y ante eso, como ante otras, surge el bien amado estereotipo del español. El de bruto.
Surgido han las noticias de que los ambulancieros en jefe, los de las oficinas y administración, se han puesto la vacuna, antes que los que van al volante de esas naves de salvamento en tierra. Y hemos conocido que han dejado la cúpula del ejército español a cien, uno y dos ceros, sanitarios militares, vamos, del gremio propio, sin su vacuna. Como si estuvieran en plena trinchera dirigiendo alguna guerra de la que desconocemos todo. Pero no se preocupen. Que lo importante es que los “políticos”, alguno, se ha vacunado. Uno que se supone no está ya en el fregado propone que sean los politicastros los primeros en vacunares. Supongo que como en alguna residencia de Murcia que vacunaron, al principio, sólo a la mitad de su personal. Por si algo iba mal. Precaución. Aunque a veces hasta el absurdo. Porque no se puede asumir a la vez lo de que se vacunen los políticos primero, para que sean ellos los conejillos de indias y que ellos no se vacunen porque nos tienen a nosotros, el pueblo, como conejillos de indias. Y la verdad no está ni en una ni en otra.
España, españoles, quitáos de en medio esos prejuicios mentales, de celos, de recelo. Supuestamente propios sólo de los españoles, pero va a ser que no. Pensar así sería tener poco mundo recorrido. No, las vacunas llegarán a todo el mundo a su debido tiempo. El asunto está en tener la confianza de que llegarán, son útiles, y funcionarán para combatir y prevenir las consecuencias de esta pandemia, que algunos adanistas tildan de la primera pandemia global, para infundir miedo y temor, pero no es necesario. No es la primera. Ni será la última. Pero hay que confiar en el vecino, y en el alcalde que elige el vecino. Porque cualquier vecino, un día, puede ser alcalde, y el alcalde es reflejo de lo que piensa el vecino. Por lo menos de una mayoría, la que le ha votado para alcalde. Ya me entienden. Ese principio básico para la convivencia es necesario también en pandemia. Y es que no se puede pasar de no quiero que me vacunen a que vergüenza que esos se vacunan antes que yo. Y entre medias es necesario ejemplos de líderes de opinión que ejerzan de liderazgo. A nadie le molestó realmente el trato preferencial del mundo profesional del fútbol en 2020 respecto a la pandemia. Fútbol si, política no, militares jefes, ambulancieros jefes, y asimilados, pica pero se olvida. Un poco de coherencia, respeto y altura de miras. Y pensar que quien hace las listas de vacunados lo hace en base a unos criterios desde la norma. Y confiar en que se hace bien. Y aún así, cada persona ser responsable de sí misma. ¿Como? Pues si vienen y te dicen que debes vacunarte, y no te toca, te niegas, y listo. Cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Y así nos evitamos que luego digan “es que todos son iguales”. No, cada uno responsable de lo suyo. Y España en la de todos. Y que cuando termine esto y lo dejemos atrás nos podamos mirar en el espejo sin reprocharnos conductas erráticas o reprobables. Está en nosotros, para con nosotros mismos, y para con los demás. Sin hipocresías, sin vergüenzas, con valentía y decisión. Por España y los españoles. Salud!