Cuando callaron los cañones y los aviones no tuvieron que despegar en misión urgente de bombardeo de las líneas enemigas no hubo tiempo material para valorar porqué se había llegado hasta ese punto, quien era el verdadero responsable y, en serio, quien era el beneficiario real, a futuro, de las consecuencias del fin del conflicto. Y es que, a pesar de que, hasta ahora se ha venido definiendo el marco de la primera mitad del siglo XX en una primera y segunda guerras mundiales, con un período intermedio de entreguerras, con el paso del tiempo es altamente probable que se entienda los tres como partes de un mismo período bélico, por más que los actores puedan cambiar. Y es que las “necesidades” o vocaciones geoestratégicas de un país no varían con el cambio del régimen político que lo habita. Así se podrá entender mejor piezas para un relato histórico veraz y con la mente abierta a una memoria histórica lo más inclusiva posible respecto a los diferentes puntos de vista de todas las partes que se vieron, de una u otra manera, involucrados.
Stalin siempre fue consciente de que era parte de los derrotados en la Segunda Guerra Mundial. Triunfal derrotado. Pero como podría testificar la Italia y el Japón de la Primera Guerra Mundial, encontrarse en el bando vencedor no siempre supone obtener mayores ventajas que alguien derrotado sobre el papel, como pudo ser la Rusia que se rindió en Brest Litovsk o la Francia que hizo lo propio en verano de 1940. El deseo del Zar rojo era no dejar entrar a los aliados a Berlín por la vía de los hechos. Y por la logística aliada, de complicado manejo tras el Elba. Stalin aspiraba a incorporar la cuenca del Rhür a su imperio colonial europeo. Así es como en una de las reuniones, cuando un general aliado le quiso animar con el elogio de haber llegado a Berlín, el rehusó con la memoria de su homólogo Alexander, Zar de todas las Rusias, que había llegado a París el siglo anterior. Sin los recursos de la Europa Occidental, y, sobre todo, su Know How, sabía perdida la URSS. Cuestión de tiempo. Es por ello que hasta el fin de sus días hubo de recurrir a las temidas purgas.
Si algo podemos entender de las voluntades de cada cual, aspiraciones, es tendencias, en buena medida, suicidas, hay que suponer, de manera inconsciente. Los amigos americanos siempre quisieron ser líderes. Es por ello que, tras la expedición punitiva contra Pancho Villa, cuando terminó, y se embarcaron, con la excusa peregrina del telegrama Zimmerman (interceptado en la embajada americana de berlín, dado que los estadunidenses tendían canales neutrales de comunicación a los alemanes, pero que estaban pinchados por los británicos) y la aún más peregrina del hundimiento del Lusitania (buque de transporte de material bélico, aunque tras la guerra la Royal Navy intentó hacer desaparecer los restos usándolo como blanco submarino) en la guerra, querían experiencia propia de combate. Frente propio, unidades propias, frente al ofrecimiento de unirse a unidades francesas o británicas. Y la guerra fue demasiado corta para sus expectativas. En la segunda querían el fin de los imperios francés y británico. Si, eran sus aliados, pero con los 14 puntos de Wilson y la autodeterminación como coartada, debilitar a sus aliados europeos era objetivo para elevar a EEUU a potencia mundial. Pensaban que sin una potencia dominante en Europa, ya, por fin, no hubiera guerras. Y EEUU salir, de una vez para siempre, de Europa.
Sir Winston Churchill observó con impotencia la menor capacidad de proyección de su país, que fue dominante en el terreno de batalla hasta el desembarco de Normandía. El peso político de los EEUU fue determinante en los aliados occidentales, que hizo posible que los defectos de la campaña de Normandía se minimizaran para la posteridad y se cargaran las tintas sobre la operación Market Garden en Montgomery, como venganza respecto a los fallos yankees en la denominada batalla del bulge, del saliente, más conocida como la de las Ardenas, la última ofensiva alemana en el frente occidental. No deja de ser curioso que, en el lugar donde hoy está el circuito de Spa-Francorschamps, el Spa donde el alto mando alemán terminó la guerra, y a finales de 1944 había un enorme depósito de hidrocarburos, los alemanes fueran incapaces de dar con el … algo que hubiera dotado de recursos suficientes como para llegar a la costa y al puerto de Amberes. Sospechaba, pero sin pruebas, del manejo de Stalin sobre Roosevelt, que murío confiando en el dictador soviético, como si se hubiera convertido en un demócrata de toda la vida, al nivel del Primer Ministro del Canadá. Y ahora se sabe que en las reuniones tripartitas, las estancias de la delegación americana estaban pinchadas. Y tanto en Yalta como en Potsdam los aliados occidentales no supieron contener a la URSS, como condenaría, años más tarde, el telegrama largo, de George Kennan, desde Moscú, uno de esos hitos que dieron inicio a la guerra fría.
Al finalizar la primera guerra mundial … en los años veinte, si repasamos el listado de contendientes, difícilmente encontramos a alguien que quisiera repetir experiencia. Francia, lugar de los combates en porcentaje importante en suelo europeo, aún un siglo después cuenta con terreno no utilizable por las consecuencias de la guerra. Simplemente aspiraba a lamerse las heridas, contener a una Alemania a la que exigir reparaciones de guerra y mantener su imperio colonial. Así el Reino Unido, aún sin haber sufrido en su territorio la guerra como Francia, aspiraba a parecido futuro próximo. Y los Estados Unidos, que habían perdido a los demócratas en la casa blanca y el tratado de paz ligado a la creación de la sociedad de naciones, aspiraba a retornar a la Doctrina Monroe y centrarse en el hemisferio occidental, dejando a los europeos a su suerte. Otras potencias no aspiraban a mucho más dada su incapacidad manifiesta para un desequilibrio global. Y, por supuesto, Alemania, por sus propias fuerzas, no podía ir a exigir venganza, dadas las condiciones draconianas del tratado de Versalles …
Así pues, nadie quería una guerra tras la denominada guerra que iba a acabar con todas las guerras. Pero la hubo. Aunque nadie la pretendía. O si? Bueno, todo el mundo sabe que hubo un cambio de gobierno, de régimen, en la Rusia de los Zares. Y que en 1919-20 los aliados intentaron ganar la guerra civil en Rusia. De manera desorganizada e inconexa, japoneses, americanos, ingleses, franceses e incluso alemanes derrotados lucharon en suelo ruso. Y los alemanes del Kaiser habían financiado no sólo el tren sellado que llevó a Lenin y los suyos de Suiza a Petrogrado, sino que hubo pagos en oro para sacar a la futura URSS de la guerra. Así se entiende que firmaran en Brest unos acuerdos que eran una auténtica traición a una parte importante de los antiguos territorios y súbditos del Zar. Y así nacieron los estados bálticos, Polonia (de nuevo), Ucrania o Finlandia … la frontera soviética se impulsó al este. Y era una espina guardada a devolver. Si, la URSS buscó desde el día siguiente del armisticio de la gran guerra una segunda guerra capitalista. Y pusieron los medios para ello.
Sin haber cáido en las cenizas los rescoldos de los campos de batalla la Rusia Soviética intentó avanzar sobre lo que creía legítima parte, ahora en Polonia. Antes ya habían estallado revueltas y revoluciones en la Hungría de Bela Kun, o la Baviera revolucionaria que duró cerca de un mes … en medio, estaba Polonia, para conectar una revolución de corte soviético que se extendiera por Europa Occidental. Sin el milagro del Vístula, donde Tujachevsky o Pildudsky se coronaron, la historia posterior hubiera sido distinto. En el verano de 1920, el héroe soviético demostró su gran hacer estratégico y téctico cuando fue al combate sin reserva estratégica alguna … y el verdadero héroe, polaco, salvó Varsovia de ser capturada, y cortó el paso del ejército rojo a dar apoyo a los líderes de los partidos comunistas de europa occidental. Es así que se pensó en otra solución. Y esa, como cuenta “El Rompehielos” de Viktor Suvorov, fue la de crear un rompehielos para la revolución en Alemania. Y, a la postre, ese fue Hitler.
Alemania tenía muchas limitaciones en los años 20. Si todas las partes hubieran sido conscientes y coherentes, el tratado de versalles se hubiera cumplido. Pero desde el primer momento la urss no se hizo parte del compromiso, y apostó por un rearme de Alemania. Fue en la URSS, tras el acuerdo de Rapalo a comienzos de la década, cuando se empezaron a asentar las bases de las fuerzas aéreas, navales y de tanques, tanto en fábricas como en hombres. Y no debemos olvidar que los gases usados en las cámaras en los campos de exterminio tuvieron su decisivo desarrollo en aquellas épocas anteriores al ascenso del nazismo en los extrarradios de Moscú. Todo cedido graciosamente por el nuevo régimen stalinista. Con la idea de que esta nueva Alemania se vengara de occidente y por detrás fuera el ejército rojo como libertador. Dando la vuelta a las sensaciones del ejército alemán. Y es que, los alemanes tenían buen recuerdo del frente oriental, la guerra que “sí ganaron” y no tanto del occidental, aquella que no pudieron ganar. Sin el paso cambiado soviético, no se puede entender el rearme alemán con el que Hitler se encontró al entrar en la cancillería. Y que llevó al mundo a una nueva guerra.
Suele decirse que la guerra empezó el 1 de septiembre de 1939, pero no es verdad. Empezó el 16 de agosto de ese año, cuando el Soviet Supremo acordó, de manera secreta, llegar a un acuerdo con la Alemania de Hitler, para una entente. Y dejar las manos libres a los alemanes para atacar occidente. Y es que esa siempre fue la idea del génio del cáucaso: cuando Alemania tenga todos los recursos en la conquista de Inglaterra, entrar como salvadores por el este, hasta las costas del canal. Y establecer los mismos regímenes comunistas títeres como los de Europa Oriental tras 1945. Y es por ello que se adelantó el servicio militar de los 21 años a los 18, y con el horizonte de 2 años de servicio. Una movilización costosa, pero necesaria, si tienes en mente una ofensiva. Acordaron repartirse Polonia, mitad para ti, mitad para mi. Una frontera común, sin estado alguno en forma de tapón. Idea de Stalin, que para algo el acuerdo se hizo en Moscú, en su presencia, junto al Premier Molotov. Dejó a Hitler cargar con la culpa al decir, el 1 de septiembre que no estaban preparados. Y así el 17 de septiembre la URSS invade Polonia, y incorpora su parte al país. Para garantizarse la no existencia de futuras revueltas, liquidó en Katyn, con armas y municiones alemanas, para el futuro encubrimiento y culpabilización a otros, de la flor y nata de la oficialidad, intelectualidad y jerarquía del estado polaco. Una URSS que invadió Finlandia, los estado bálticos y Besarabia (actual Moldavia), en un período que, algunos, llaman de paz, pero que era guerra, parte de la Segunda Guerra Mundial que contribuyeron decisivamente a lanzar, y en la que estaban peleando antes de la Operación Barbarroja. Una operación que fue … de guerra preventiva.
Si nos atenemos a los preparativos bélicos en cuanto a armas, personal y demás, se puede concluir que los soviéticos se preparaban para la ofensiva, pues estaban, en 1941, llevando a cabo los mismos pasos que los Alemanes al otro lado de su frontera común. Es más, Stalin, en mayo de 1941 sustituye a Molotov como Primer Ministro Soviético. Porqué? Seguramente porque tendría que firmar el acta para iniciar la liberación de Europa de los malvados nazis. Esos cuyos soldados desfilaron junto a los soviéticos por la plaza de Moscú el 1o de Mayo de ese año 1941. Dicen que el primer idioma al que se tradujo el “Mein Kamf” fue al ruso, y que gustó mucho en el Kremlin. Un millón de paracaidistas es mucho personal. Y los planes, de haber retrasado la Operación Barbarroja un par de semanas más, era haber tomado los pozos de petróleo rumanos y haber tomado la ruta que tomaron desde Polonia a Berlín en 1945. Y es que la batalla, aérea, de Inglaterra, como la del atlántico, son imposibles de concebir, del todo, sin los suministros soviéticos de hidrocarburos. Suministros que llegaban a Brest con ancho ruso, y se descargaban y cargaban en trenes de ancho europeo alemán. A veces se quiere confundir los suministros al esfuerzo de guerra alemán con los preparativos soviéticos en frontera para la ofensiva … a última hora, incluso el comisario de comunicaciones estaba instalando un puesto avanzado, en Lituania, cerca de Königsberg, a semejanza de la guarida del lobo, posteriormente, en el caso alemán. Stalin quería atacar, y se vió sorprendido.
Seguramente no se sepa algo realmente importante, y es que la Rusia Soviética poseía tecnología de vanguardia de los años 30 de manos de empresas americanas. Y es que, tras el crack de 1929, mucho se vendió a los soviéticos. Y muchas fábricas eran de doble uso. Como la famosa fábrica de tractores de Stalingrado, que en realidad, fabricaba tanques. La URSS poseía materias primas, y con ellas compró patentes americanas en sus peores momentos. Así, con este principio, en los años 70, Viktor Suvorov, en una misión en Ginebra, observó que en aviones enormes, se compraba grano a los EEUU a cambio del oro soviético … el oro se iba, para no volver. Y eso, a un patriota, que se cree las consignas oficiales, le molesta. Y es así que se dedicó a desentrañar los misterios y las lagunas de una denominada gran guerra patria o patriótica, en la que, todo hay que decirlo, el nacionalismo gran-ruso, acabó por admirar y dejar sin discurso al máximo exponente del fascismo en Rusia, y así se lo expresó en carta a Stalin. La memoria, para ser completa, ha de incorporar todos los datos, y hechos, para valorarlos con objetividad. Y es que Stepan Bandera, por ejemplo, líder de la Ucrania libre, la que sufrió el Holodomor entre 1932-33, un genocidio inducido en un tiempo en el que la URSS vendía cereales al mundo, fallecieron de hambruna entre 1’5 y 10 millones de ucranianos, por tener la tendencia a querer ser una nación libre e igual a las demás en el concierto europeo. Y había que sojuzgarla. No en vano en el escudo de la URSS, bajo el martillo y la hoz no había fronteras. La idea era un soviet global, una URSS global. Sin duda, no hay imperialismo bueno, sólo coartadas para imponer un modelo propio sobre la libertad de los demás. Incluso, a equivocarse.
Alemania, en ambas guerras, terminó con tecnología sobre las mesas de dibujo y sobre los campos de batalla, en forma de prototipos, que pudieran haber sido pensadas para la siguiente guerra, pero que o bien llegaban tarde, o no estaban del todo homologadas. Lo cierto es que, al empezar, las guerras, ambas, la tecnología, en general, no era tan avanzada, ni tan tecnificada. Mucho se ríe los libros de historia de la carga de caballería de los polacos en septiembre de 1939 contra la Wehrmatch, pero no cuenta que aún existía ese cuerpo en alemania, y que no todas las unidades eran de panzers, o de elementos mecanizados. Mucho material soviético alineado en el frente en mayo-junio de 1941 pudo ser usado por los alemanes en su operación. Cierto es que la progresión hacia la tecnificación fue importante, y se puede llegar a considerar que, tras la invasión en Normandía, del lado alemán, se produce una batalla contra el tiempo, queriendo ganarlo en favor de avances en las armas milagrosas como las que aparecen en “Operación Hagen” de Felipe Botaya. Calibrar el peso, en el momento, de los contendientes, y sus capacidades, no después, con los resultados, sino de atrás adelante. Sin la perspectiva del resultado dado por hecho. Así se puede hacer una valoración mejor de los contendientes de la batalla.
Si se tuvo que lanzar las bombas, en efecto, sobre Hiroshima y Nagasaki, no fue por la guerra en sí, sino por el futuro, y por frenar a la URSS. Es probable que a esas alturas, ya se supiera que Alemania, además de su pasión por el Lebensraun y demás doctrinas (como la que “escondió” la geoestrategia de Karl Haushoffer del estudio en las universidades en favor de los estados mayores durante unas cuantas décadas) había atacado la URSS de manera preventiva. O que la idea era llegar más lejos que el Elba. Así pues era imprescindible que no pusieran un pie sobre los éxitos tecnológicos de Japón, es decir, sin poner un pie en las islas. En un tiempo en el que ya estaban listos para entrar en acción en el este. Ah, y es que conviene recordar que, como por ejemplo, con Sorge y otros, supieron que Japón no iba a atacar la URSS en 1941 por el este … porque supieron que iban a atacar a los EEUU en algún punto del pacífico. Algo que, dicho sea de paso, jamás fue comunicado, y fue objeto de una comisión del Congreso en los años 50. Aliados … de conveniencia. No hay que olvidar que el mercenario aquél que ayudó a fundar Rusia, cuando hubo de elegir entre aliarse con los mongoles contra la órden teutónica o viceversa, escogió lo primero. A fin de cuentas, Rusia /la URSS, como la Turquía otomana, simplemente aspiraban a proyectarse, en el siglo XIX y comienzos del XX sobre Europa, para beneficiarse de los recursos, en todos los ámbitos, que les podían proporcionar. Así se lucha también, y es lo que la Geoestrategia enseña. A posicionarse lo mejor posible, frente a aliados y enemigos, sobre el mapa.
Así pues, cuando terminó la guerra, en la que la URSS venció, entre otras razones, por los suministros de los aliados occidentales en Arcángel y Murmansk o en la fuerza bruta del sacrificio de millones de habitantes soviéticos, en la seguridad de la existencia de un sólo frente (a diferencia de los alemanes, que, como consecuencia de la habilidad de Stalin, se vieron forzados a luchar en dos frentes, a pesar de que Hitler lo tenía muy interiorizado, incluso en “Mein Kampf”) … no se vió sustancialmente mejor, con un país destruído en lo humano, en lo territorial y en lo económico empresarial, y con unas necesidades enormes, siquiera para retomar la senda previa a la guerra, y con un sistema, como se puede comprobar en “La Nomenklatura Los privilegiados en la URSS” de Mijail Volensky, de 1980-81, que no funcionaba, y que estaba carcomido por, no ya una dictadura de partido único, sino un lobby de presión con diferentes facciones, con la única ambición del mantenimiento del poder, interno y externo, y tratar de buscar la dominación global del soviet … Situación complicada y comprometida, que se vió parcheada temporalmente, en las siguientes décadas, pero que al final, acabó desmoronándose, como un azucarillo.
Antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial hubo batallas, luchas, negociaciones y acuerdos de paz, causa o consecuencia de dicho conflicto, que aún fascinará a generaciones enteras de humanos, donde quiera que vivan, porque implicó, más tarde o más temprano, a todo el planeta, con figuras magnéticas, en el mal o en el bien … en el que cada cual, trata de traer el ascua a su sardina, y el ideal pasa por desbrozar la propaganda y avanzar en los hechos, en lo que Braudel llamaría historia de larga duración, los grandes procesos que nutren la historia. Aquellos que, con un gran angular, hacen que cosas que creíamos conocer, sin cambiar sustancialmente los hechos per se, hagan que encajen, de otra manera, en un esquema mayor. Así pues, el mundo actual es incomprensible sin las consecuencias de aquella guerra, que, según declararon, nadie quiso empezarla, y que, al final, por presiones de Moscú, acabó sin haberse resuelto el señuelo que, formalmente, la empezó: Polonia. Sólo hasta 1990 pudo Polonia volver a existir en libertad, y hasta 2004, incorporarse a la OTAN y la UE, como era su voluntad. Como lo era la de Ucrania en 2014, cuando el Kremlin mandó a parar … a veces la historia tiene cosas que se repiten. Y, en el fondo, la defensa de los principios y valores que uno defiende es la base de la civilización y la conciencia humana. Y, a fin de cuentas, son esos valores los que aún hoy legitiman el combate en aquella guerra y los muertos, civiles o militares. Seamos justos, honremos su memoria, honrando las razones de aquellos, en los campos de batalla de hoy, que, a poder ser, sean sin armas, sino con la negociación y la dialéctica. Y en el caso de los europeos, creer en nuestro destino, en una Europa mejor, faro de derechos y libertades y del estado de bienestar en el mundo. Una Europa heredera del fin de una guerra que supusó, esta vez sí, el fin de los conflictos armados entre estados entre aquellos que no habían parado de pelear entre ellos en los anteriores dos mil años. 72 años de paz, ha merecido la pena.
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