Seguramente haya quien afirme que los medios públicos son algo del pasado, que el futuro son los medios privados. Y más con la deriva ligada a las nuevas tecnologías e internet. Y eso no puede sino ser una visión errónea de lo que debe ser un marco de referencia de lo que es común y de todos, que nos forme e informe, dentro de su marco de actuación, sin enfoques partidistas. Hacer patria también desde los medios de comunicación, necesarios, dentro de la esfera de lo público. Para que se ocupen de aquello que los medios privados jamás van a hacer voluntariamente. Porque, entre otras cosas, su rentabilidad es más social que económica.
Suele decirse que cuando los bienes de provisión pública lo son porque los privados no entrarían en ello, suele ponerse como ejemplo los faros. Igual algunas empresas vieran interesante la instalación de faros en determinadas áreas propias de sus intereses económicos. Y es verdad. Por eso el estado debe poner faros donde es necesario que existan, para salvaguardar que no exista peligro ni en mar ni en tierra. Con los medios de comunicación hay que aplicar el mismo principio. Puede haber privados? Por supuesto. Bien regulados, claro, en un marco común para todos. Y necesariamente debe haber medios públicos. Por el bien de todas y todos.
Empecemos por lo más importante, y que comparte cualquier medio de comunicación, sea radio o televisión, y es el servicio de informativos. En el caso de eitb, la radio televisión pública vasca, que en 2016 cumple 80 años de existencia (radio euzkadi empezó a emitir en 1936) tiene una misma plantilla para cubrir la radio, la tele y el portal de internet, tanto en euskera como en castellano. Seguramente habrá quien piense que en épocas como las actuales la información llega de cualquier manera, que hay redundacia. Puede ser cierto. En parte. En otra no. Porque la existencia de información no significa que se conozca todo lo que existe. Ni que esa información se transforme en conocimiento.
A veces ha pasado que gabinetes de prensa preparan notas de prensa bien listas de tal manera que el periodista, en base a la ley del mínimo esfuerzo, la integre en su noticia casi en su totalidad. Uno de europa press o efe, por ejemplo. Y los grandes medios de comunicación, que reciben esas comunicaciones, las asumen como propias. Es muy difícil que en un mercado copado por pocos noticias llamadas “locales” se abran camino. Si empezamos por plantearnos que las noticias del Parlamento Europeo o el Congreso y Senado apenas aparecen en eitb empezaremos a sospechar que el problema no es de falta de contenidos potenciales, sino de falta de voluntad de hacer pedagogía en asuntos que pueden no ser populares, pero son necesarios.
Cuando se decidió que las televisiones públicas no tuvieran publicidad (en el caso español favoreciendo descaradamente al duopolio de a3media y mediaset como casi únicas televisiones privadas de españa, la una italiana y la otra catalana) se presuponía que eufemismos como los usados para designar “un refresco muy popular” (coca cola) y “una cadena de supermercados muy conocida” (el corte inglés) serían cosa del pasado. Y que los problemas laborales y las corruptelas se podrían investigar y publicar, en caso de producirse, al mismo nivel que en el ámbito político. Al estar liberados del yugo chantajista de la publicidad. Eso ha sido un fracaso. Y o se remedia o debe volver a darse libertad a todas las cadenas, públicas o privadas, grandes o pequeñas, a contratar publicidad, en un libre mercado, de verdad. Al final el asunto es de concepto y de modelo.
Un sistema democrático necesita un marco televisivo en el que la sociedad, lo mejor de la sociedad, su memoria y su porvenir, se puedan ver reflejados. Televisión de calidad. Información, en la que los asuntos nacionales y los representantes vascos, en este caso, se vean reflejados en su actividad, propia y en nombre de vascas y vascos, para el conocimiento y reconocimiento de la realidad. De lo que hay. Y de lo que pudiera haber, de proyectos de futuro. Y de memoria, del pasado. Producción propia con modelos con visión nacional de la historia, del pasado, de manera objetiva, es decir, lo que esté probado. Y personas de nuestro pasado colectivo que hicieron una sociedad mejor. Y que debieran ser el reflejo de nuestro callejero. Nombre y actividad. Pintores, escultores, políticos, economístas, físicos, filósofos, psiquiatras … etc
Una televisión pública debe dar reflejo a la pluralidad lingüística del país. En euskera, castellano, inglés y francés. Y no relegar los debates parlamentarios a etb 1. Deberían incluir emitir en directo la rueda de prensa de los martes del portavoz del gobierno. Igual una cadena propia parlamentaria, que emita los plenos importantes. Y algún pleno municipal relevante (como los anuales del estado de la ciudad en el caso de las capitales). Elementos para dar material “en bruto” y herramientas para metabolizar, cada cual, en conocimiento de lo que sucede. Datos para una sociedad formada e informada. En el que lo público sea el principal sustento de los contenidos de una televisión pública que dé cabida a todos los puntos de vista, sin partidismos. Y sin priorizar a la oposición frente al gobierno, como a veces se cae. A veces incluso, por la paz un ave maría, se llegan a eliminar los contertulios del partido en el gobierno porque el sindicato mayoritario es afín a un partido de la oposición. Eso no puede volver a pasar.
Una televisión pública está muy bien para que los críos vean dibujos animados en su lengua materna, el euskera. Porque pueden ver esos mismos dibujos, u otros, en el otro idioma, el castellano, en otras cadenas generalistas. O incluso en el idioma original, sea japonés o inglés. Es el poder del mando. Dar esa opción es una responsabilidad del medio público. Y películas de estreno. Y las series que se emitan, sean de producción propia o no. Una parrilla, en general, que no copie o imite a las generalistas, privadas. Competir desde la complementariedad, ofreciendo un producto distinto, diferente. No competir en el mismo terreno, porque ahí es derrota segura. Los otros tienen mucha más experiencia. También en televisión basura. Una tele propia de calidad es lo que hace falta para el medio público, con valores elevados, del deber ser. De un horizonte al que se quiera la sociedad aspire.
Cuando consumimos televisión (o radio) a veces no sabemos lo que queremos y a veces nos quedamos en un sitio por inercia. O por comodidad. Venciendo a la comodidad, en un tiempo con multitud de canales, algunos agrupados en medios de comunicación grandes, otros dispersos, el conocimiento y el reconocimiento de una imagen de marca hace mucho. Asumir que cada canal, tenga su propia identidad es importante a la hora de plantear una parrilla. Y asumir, por ejemplo, que si la televisión de aragón y de la rioja se emiten en navarra, es de una estupidez supina impedir contumazmente que eitb no se emita, aún cuando los partidos de pelota sean de lo más visto. El poder se encuentra en el mando. Censura no, gracias. La mejor manera de no verla es cambiando de canal. Afortunadamente, hoy, eso es posible.
Al fin y al cabo, un medio comunicacional, público, por supuesto, nacional, por supuesto, plural e inclusivo es necesario para dar contenido a los ideales de la propia sociedad, incluir las fibras que la identifican y la ponen en común, y esas fibras diseminarlas por la parrilla. Las fechas importantes, las festividades importantes, las personas (la nación se debe al conjunto de sus individuos, sin olvidar a nadie, sin dejar a nadie atrás) deben tener cabida. Un marco en el que conocerse y reconocerse. Y que sirva de correa de transmisión cargada de futuro, en el que los valores del pasado se puedan proyectar al futuro sobre la próxima generación, reproduciendo en lo audiovisual los formatos de aprendizaje y socialización que en el pasado se transmitían oralmente o en libros, los más afortunados, en el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Una herramienta ineludible e inestimable que la política ha de utilizar con sumo cuidado, con inteligencia, pero con la misma contundencia con la que se apuesta por la mejora de la educación en los colegios. Porque el maestro es uno más, el aprendizaje es una cosa colectiva. Una tarea, parcelada, a cada cual, lo suyo, de toda la aldea. La aldea vasca dentro de una aldea global más grande. En la que la cultura vasca sople en una casa sin puertas ni ventanas, pero impidiendo que se la pueda llevar un mal viento y la arranque de cuajo y la arroje del gran libro de la humanidad. Porque fuimos, somos; porque somos, seremos.
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