A los putinlovers se la va a resbalar lo que se diga aquí, pero no es para ellos, sino para quienes aprecian las verdades del barquero por muy incómodas que pudieran parecer. Y es que como en el 300 aniversario de la ciudad de San Petersburgo han echado mano de la bandera de los zares blancos (la imperial rusa), la de los zares rojos (con tito Stalin como segundo mayor genocida de la historia de la humanidad tras Mao Zedong) y la de los zares negros (usando la bandera que el nazi general Vlasov usó y bajo la que combatieron más de tres millones de soviéticos adeptos al tercer reich) la historia entronca el ayer con el hoy. Y también debemos tener en cuenta el hecho de que Putin es un meapilas de la ortodoxia del patriarca Cirilo de Moscú, del que se sirve como Benito en los acuerdos de Letrán de 1929 con el obispo de la ciudad de las siete colinas. En la religión no hay alteridad, no puede haber reconocimiento del otro, porque es justo lo opuesto a la diplomacia. Lo cachondo del tema es que tras Francia el segundo ministerio de relaciones exteriores que se crea es el de Rusia. Ver para creer.
Cualquier religión entiende que su vía es la auténtica para la transmisión de la trascendencia, por lo que el regalo del más allá que se ofrece a los fieles no es compartible con aquellos que no han hecho el camino de la fé, por lo tanto es un paquete que se da a quien es auténtico creyente. Por eso lo de apostólico, porque, siempre por su bien, es justo y necesario traerlos a la auténtica y verdadera visión del más allá, porque de lo contrario no van a encontrar la Gracia, no van a poder ir al paraíso, y eso es muy malo, para seres con los que tienes cierto amor y/o empatía. Hay que llevarlos al bien, quieran o no. Y eso pasa por que reconozcan su error y pasen al único camino que les garantiza la vida eterna, por decirlo de alguna manera. Esto es la base de las guerras de religión. Que se dieron en el cristianismo, en el islám, entre ellos, y también con otras religiones fuera de la trinidad abrahamica de las religiones del libro (versión 1.0 torá judáica; 2.0 biblia cristiana; 3.0 corán islámico). Y en el caso del judaísmo fue objeto de progromos, causa directa del origen de las aliyas de migración a lo que medio siglo después sería conocido como el estado de Israel.
Cuando Putin acusa de mal judío a Zelensky uno no puede sino pensar en esos tiempos en los que la policía secreta del Zar (los blancos, tipo los Alejandro II y III) escribían y publicaban ese libelo de “Los protocolos de los sabios de Sión” para culpar de todo lo imaginable al pueblo judío, que ya para entonces llevaba muchos siglos de humillaciones y exilio, hechos que la propia religión se dedicó a mantener en liturgias y textos sagrados, para que su memoria no se perdiera. Zelensky es judío. ¿Quien le ha dado a Putin el marchamo para decir quien es buen o mal lo que sea? Porque los zares pensaron que podían hacerlo. Alfred Rosenberg y los protocolos de la reunión de Wansee en 1942 también creyeron que podían meterse en eso de quien era buen o mal judío, creando subrepticiamente categorías como la de mischling. Y es que, dejando lo evanescente y efervescente de lado, el mar de fondo viene cargado. Ya a fines del imperio soviético se tenía miedo al auge del islamismo, tras el morrocotudo fracaso de toda fórmula de panarabismo socialista, algunos siendo transformados y otros sustituídos. En 1979 se da la colusión de la revolución triunfante en Irán (los ufanos comunistas vieron como el ayatolah les empezó a desaparecer, especialmente en 1981) con el pusch de Kabul en Afganistán, temiendo el contagio en la asia central soviética. Tras el fin del Imperio del Mal, la influencia turca o china no ha dejado de crecer, sin que la Rusia de hoy parezca querer verlo, salvo la “ingerencia” de la UE y de los EEUU. De igual manera en pocas décadas en la menguante población de la Federación de Rusia habrá más musulmanes que cristianos ortodoxos. No es cuestión de si sucederá, sino de cuando, del momento en el que la principal religión con más adeptos sea la que sigue los preceptos del profeta Muhammad. Putin puede hacer todos los chistes que quiera sobre Zelensky, pero su modo de vida está amenazado. Por otro lado, desde China, en 2022, empezaron a usar los topónimos originales en chino de aquellas ciudades y territorios arrebatados a ellos en el siglo XIX, en aquellos “tratados desiguales”, en la otra orilla del río Amur. Como desigual será la relación cuando la bruma de la guerra se despeje y el mundo vea como, cuando Ucrania siga ahí, libre e independiente. Rusia se vea subordinada al Islám y a China. Bravó!