En principio el título de este post iba a ser “El deambular del político”. Pero una reseña de Víctor García Hidalgo en El País me ha hecho cambiar de idea. Leo de él: Licenciado en Ciencias Políticas; profesión: político (o politólogo, según reza su ficha parlamentaria. Yo le hubiera catalogado, no despectivamente, como deambulante, como uno de los denominados fontaneros, que tanto valen para ser director administrativo, parlamentario, director general de la Policía, consejero de la Vital o asesor parlamentario, que es su último nombramiento. Víctor Hidalgo tiene 54 años; luego hay que acomodarlo otros once años más.
No es una tontería. Cada cambio de gobierno central, foral o municipal genera miles de parados políticos. Muchos –la mayoría de ellos- vuelven a la función pública, que es de donde se nutren cada vez más los cuadros políticos de gestión. En este caso sólo sería cuestión de manual, en el que se dejar clara constancia de que la función política profesional es aleatoria y, generalmente, provisional. Los partidos debieran concienciar a sus políticos gestores de que pueden ser relevados en cualquier momento, y que, además, por puro desarrollo democrático lo lógico es que así sea.
Existen, sin embargo, los otros. Aquellos que, como García Hidalgo, tuvieron claro desde edad juvenil que su futuro estaría ligado a la política, y cursaron estudios universitarios en ese ramo del saber. Y otros, que desde muy jóvenes también están en la pomada, y que a los cincuenta, sin más experiencia que la política, tienen muy difícil reciclarse en otra profesión que no sea funcionarial. La Función Pública puede con todo.
Ahí comienza la travesía. La política es más desagradecida que ninguna otra profesión. Puedes estar en la cresta una buena temporada. La vida laboral, sin embargo, es larga; más de 40 años de actividad. 40 años en la cresta de la ola son muchos, sobre todo con lo vaivenes políticos.
Si aquellos que estando en funciones políticas, no tienen dónde volver una vez haya finalizado –por la razón que sea- el período para el que se ha sido elegido, hay que tomar el camino de vuelta o, si no, hay que buscar acomodo, lo que obliga pedir favores, a prestarse a lo que sea e, incluso, a adaptarse a otras siglas. Creo, sinceramente que no es justo.
Los políticos no están bien valorados, ni lo han estado nunca. De todo hay en la viña del Señor, pero tengo para mí que los políticos de vocación son honrados, y que son más dudosos esos cientos de advenedizos de última hora. Por eso que no estaría mal que ante tanto chaparrón anti-político, y soslayando excepcionales –aunque graves.- casos de desvíos, proclamemos la grandeza de la función política, la de los políticos de casta, de afición, de capacidad (…) entre los que, evidentemente, hay de todo: buenos y mediocres, porque, no nos engañemos, nos gusten más o menos, estamos obligados a convivir con ellos, aquí, en España, en China y en Mozambique.
A mí siempre me ha preocupado el tema que comentas Biturie.
Cuando te pones a hacer listas de candidatos te encuentras que los que tú quieres incluir no quieren ellos y en cambio siempre hay algunos trepas que tú no quieres incluir y ellos venga a medrar para salir en las listas.
De todas formas imagina que un médico de 40 tacos con un prometedora carrera tenga la tentación de aceptar un cargo como concejal de, supongamos una capital de herrialde. Si le eligen estará cuatro años y si lo ha hecho bién y no ha tenido problemas con su partido o con sus compañeros de grupo municipal es posible que vuelva a ser nombrado candidato, en puestos de salir, en la siguiente legislatura. Al cabo de 8 años, este supuesto excelente concejal , ya no es médico. Y estaría «atado» a continuar en política como fuera.
Lo mismo valdría para muchas otras profesiones, pero quizás en un profesional de la medicina es donde mejor se aprecia.
En cambio para un abogado no es lo mismo. En la política se tratan muchos «temas de leyes» y esa experiencia, añadida a la cantidad de contactos que se adquieren y la notoriedad conseguida «facilitan», y de qué manera la vuelta a la profesión.
Pero los que mayor facilidad tienen para «ir y venir», «venir e ir» son los funcionarios. Estos pueden pedir una excedencia, que es automaticamente concedida, y a la vuelta, a parte de tener el puesto de trabajo asegurado, el sistema les «suma puntos» por su experiencia política con lo que vuelven a un puesto mejor remunerado.
Como ejemplo no tenemos más que mirar la profesión declarada por los parlamentarios vascos.
Para terminar expresar mi preocupacion por aquellos políticos que empezaron muy jóvenes y jamás han trabajado por cuenta propia, ni ajena, ni han sido funcionarios, sino que han sido, y lo siguen siendo, liberados del partido y/o cargo público remunerado. Si dejan la política ¿a qué se dedican?. Un individuo que lleva desde los 19 o 20 años liberado del partido ¿qué oportunidad tiene de «buscarse la vida en otros mares» a los cuarenta o cincuenta años?, ¿qué está dispuesto a tragar con tal de «mantenerse en el cargo?
Rafa, y por lo que sabes que conozco, estoy de acuerdo contigo a medias. Y no lo estoy en aquel aspecto de los abogados, que como cualquier otra profesión vive de su clientela y de sus conocimientos. Salvo excepciones de juristas que ya tenían prestigio antes de entrar en la política, para ellos también vale el ejemplo, claro, de los médicos. Aunque también hay algunos de estos que vuelven tras años en la política. Ejemplo: Inclán, Múgica, Lertxundi y algunos otros de reciente incorporación.
Tengo que reconocer que los políticos profesionales, y los partidos políticos actuales no me gustan y menos en este país. Entre los primeros hay mucha mediocridad y aparateros de partidos que en su funcionamiento interno carecen de democracia. Añoro un cambio en el sistema electoral que de oportunidad de presentarse a otra gente, listas abiertas,
límite de dos legislaturas,etc y así quizás veriamos en puestos políticos a gente con vocación y preparación que quieren aportar sus conocimientos a la sociedad. Y si eso no llega seguirá aumentando la abstención y el pasotismo,y eso es muy peligroso. Así que: luchemos por un cambio de sistema. Amen.
Ah, por cierto:
Lopez Pinocho!
Lo que le jode a Rudolf es que a él no le llamen Gepetto.
¡López Pinocho!
Observese la curiosa situacion que aqueja a la flamiente (y al parecer no demasiado honesta respecto de su CV), vicepresi de la Generalitat:
http://www.lapaginadefinitiva.com/weblogs/popota/2011/03/17/la-bachiller-ortega/#comments
«La flamante vice-presidenta de la Generalitat, Joana Ortega, ha sido pillada hinchando su curriculum con una titulación que no tenía. Para los amigos de la estadística, y los del periodismo, el origen de la noticia está en la Solidaritat, que pasó la información a un periodista. Lo que dice muchas cosas sobre nuestro periodismo, y sobre nuestra cultura democrática.»
Dimitir? Los cojones!!!
Francamente: MIERDA de clase politica que padecemos …